Que la medicina no se trata sólo de recetar medicamentos, lo tengo claro desde que mi amigo J.L. se casó con su traumatóloga.
Ayer fui al pediatra y, al terminar la consulta, a punto estuve de envolver al médico y llevármelo a casa, no por guapo, que lo es, sino por su trato con los niños. Supongo que estará hasta el fonendo de papás y mamás coñazos como yo diciendo que a sus hijos les duele la garganta y tienen mocos. Pobre. Este hombre, lo que hace es ganarse a los críos, jugar con ellos y hacer su trabajo con psicología infantil. Llegué incluso a ponerme celoso porque mi hija se quería quedar en su consulta. Seguro que es igual de bueno que los demás, o tal vez mejor, pero mis hijas sólo quieren ir con él. ¿Razón?, que "todavía" no se ha robotizado.
La medicina no consiste sólo en entrar en la habitación de un hospital, decir buenos días, meter un termómetro en el sobaco, regular la cadencia del goteo y repasar un informe con cara de acelga.
Cuando estuve hace unos años ingresado por una operación de rodilla, los únicos calmantes que me mitigaban las molestias eran los que me daba la enfermera del turno de noche, una señora gaditana tan simpática que con sólo verla, ya me sentía aliviado. En cambio, en el turno de día me toco la señorita Rotelmeyer, una aquerosa amargada que propagaba y extendía sus problemas hacia los demás. Entraba en la habitación con mala leche y la hija de su madre siempre me despertaba cuando me acababa de dormir. Después me hacía la cama como un sargento de la legión y encima su comida era una bazofia. En cambio, la señora de la noche aparecía de puntillas, con un caldito vivificador y haciendo cualquier gracia mientras me controlaba la fiebre con la palma de su mano.
La medicina, los médicos y su entorno, deberían saber que los que estamos mal somos nosotros, y que si no les gusta extender recetas en un ambulatorio a cuatro jubilados, deberían cambiar de profesión. Les sugiero que empiecen por limpiar cámaras frigoríficas. De verdad que no me interesa si han discutido con su mujer al salir de casa, lo siento en el alma, pero cuando usted está en un hospital y entra en una habitación donde hay una persona sufriendo.., joder, aunque sea disimule.
P.d. Srta. Rotelmeyer, si quiere, le paso el teléfono de la traumatóloga de mi amigo J.L. para que le de unas clases.
Pues mira Caunedo, eso me pasa a mi con los Juzgados. Cuando las personas entran a jugarse la vida,me refiero a la personal, la emociaonal y las sus hijos, se encuentran con un/-a tip@ que cree que está tratando con borregos a los que ha puesto un número, y que las exploraciones de los niños son poco menos que un coñazo obligado. Un zote emocional que decidirá sobre la vida de otros importándole un comino las consecuencias de lo que resuelva. Conozco muy pocos a los que cuando se les cuenta "eso" que es fundamental para quien sufre una ruptura personal no ponga cara de "otro con el mismo rollo". Y es que, a veces, demasiadas, olvidan que "ese rollo" es la vida de una persona y tiene que bregar con ella, arriba y abajo, por siempre y sus hijos también. Creo conocer sólo el caso de un Juez que cuando explora a los niños, se sienta en el suelo de la Sala, que en cuanto salen los abogados, se arremanga la toga y haciendo rodar los cochecitos y viste y desviste barbies como si fuera de sus propios hijos, habla con ellos de la manera más natural del mundo y los crios salen riendo de la Sala.
ResponderEliminarCuando las profesiones humanas se robotizan hemos caido en la pura mierda. Buen día y espero que tus niñas estén estupendamente bien.
P.D.: Perdón por el rollazo pero se me ha hinchado la vena.
A los dos Rafael y Anita , "Teneis más razón que un santo" .
ResponderEliminar...de rollazo, nada... es muy sano imaginar la escena que describes, Anita...
ResponderEliminar...Poma... ¿qué santo?...