viernes, 1 de abril de 2011

EL ALCOHOL

Un día probé a escribir un relato totalmente borracho. Según terminé pensé que había escrito una obra maestra. Al día siguiente, al releerlo, resultó ser más bien un auténtico tostón. Largo como él sólo, inconexo e indudablemente indigesto porque vomité al llegar al quinto folio. Lo conservo guardado en el cajón de los esperpentos por si algún día vuelvo a caer en la tentación.
La filosofía de bar es patética si una de las partes mantiene aún la sobriedad. Cuando ambos están al mismo nivel etílico la cosa cambia, es como si te crecieras y te vieras de pronto capaz de formar parte de ese abstracto conglomerado de intelectuales, de esos que tienen la solución para acabar con la crisis, aunque al día siguiente alguien les sonroje recordándoles las memeces que dijeron después del quinto whisky.
El famoso ensalzamiento de la amistad entre copas, lo veo sano siempre que el sentimiento sea recíproco, sino, el tema puede terminar a tortas. Las cosas buenas hay que decirlas aunque vayas con un pedo del tres. Sienta muy bien eso de escuchar a un amigo decir que te quiere. Claro que, tampoco hay que caer en el dramatismo, como a esos que les da por abrazar a todo aquel que le pille en un radio de dos metros.
El alcohol, en su uso lúdico, es, definitivamente, bueno para el espíritu y perjudicial para el cuerpo. Eso sí, lamento comunicar que es la peor alternativa para llegar hasta la inspiración. Nunca llegué a entender a aquella generación de escritores norteamericanos que asociaban literatura y alcohol. Yo, con resaca, a lo más que llego es a recordar con dificultades la contraseña de mi ordenador.

5 comentarios:

  1. Leyendas aparte (literatura-bohemía-alcohol),no me lo creo. Buckowski, por poner uno ejemplo y sus vodkas con tónica...No digo que no se las tomara a mansalva, pero fijo escribía en sus post-resacas.

    ResponderEliminar
  2. Yo escribí una carta de desamor con un pedo descomunal, la bomba era de tal calibre que no llegué al buzón de la esquina para mandarla. Entre resaca la leí al dia siguiente y salvo por el final que decía "Muérete cabrón, pero sólo un poco", lo demás era bastante lamentable. Aún hoy mi compañera de piso entonces se muere de la risa cuando lo explica y recuerda mis ataques de apasionada visceralidad.

    ResponderEliminar
  3. No sé con qué me he reído más, si con la frase de "La filosofía de bar es patética si una de las partes mantiene aún la sobriedad", o con el comentario de Anita Noire.
    El alcohol no es bueno para nada que tenga relación con el trabajo, si acaso para dormir -roncando, fijo- y al día siguiente no te libra nadie de tener un buen clavo y no poder con el alma.

    ResponderEliminar
  4. "Muérete cabrón, pero sólo un poco", es la prueba del 9 de que se puede escribir de puta madre estando borracho. No solo el señor Buckovski; Carver, Fitzgerald, Cheever y un larguísimo etcétera.

    Creo que quien se emborracha de vez en cuando, es mejor que no se lleve al día siguiente el disgusto de haber escrito una mierda. El truco está en mantener una estabilidad en el alcohol. Mira, acabado de pensar en "Bajo el volcán", de M. Lowry, una de las grandes novelas del XX, donde cuenta sus experiencias en Oaxaca entre 1936 y 1939, cuando por sus excesos alcohólicos el Estado mexicano (ojo, que no he dicho una comunidad cuáquera del Medio Oeste), lo deportó a Canadá.

    Lectura im-pres-cin-di-ble.

    ¡Qué curioso! El palabro de verificación es "feconi", que me parece una combinación de "fecundo" y "fecal". Si es que este algoritmo es más listo que la puñeta.

    ResponderEliminar
  5. Cuando era adolescente caí en la tentación de emular a Rimbaud y otros bebedores de absenta para llamar a las musas. A falta de este brevaje de evocador nombre, que por cierto nunca he visto en ningún lado,utilicé Marie Brizard, producto mas comercializado en mi pueblo. El resultado del experimento es aún un enigma para mí ya que cuando intenté leerlo en la tarde del día siguiente (la mañana que pasé aún está grabada en mi memoria...)no fuí capaz de entender nada de lo que había escrito; y no me refiero al contenido sino literalmente a la grafía. Puede ser que el anís me haya llevado a un profundo conocimiento del alfabeto cirílico combinado con ideogramas chinos y dirección árabe de la escritura, de otro modo resulta inexplicable cómo logré perpetrar esos trazos.
    Sobra decir que aprendí de la experiencia...De ahí que me sorprenda el hecho de que grandes obras artísticas se hayan creado bajo los efectos de algún tipo de droga.

    Va a ser que mis musas son abstemias como yo y así me va... pero os prometo que con la absenta, aunque alguna vez la vea, no voy a probar; no vaya a ser que esta vez reciba el don de invocar á Santa Compaña y la liemos parda.

    ResponderEliminar