lunes, 27 de mayo de 2013

EL OTRO FINAL DE... TITANIC

Artículo para YOROKOBU. Mayo 2013
http://www.yorokobu.es/el-otro-final-de-titanic/
EL OTRO FINAL DE... TITANIC

El miedo a perderlo hizo que afloraran fuerzas allí donde era casi imposible que las hubiera. Por fin Rose consiguió subirlo a la balsa. Después, el exiguo calor de su cuerpo lo cubrió esperando que llegara ayuda. Cuando una barcaza llegó hasta ellos, Jack perdió el conocimiento no sin antes susurrar: “Espérame a que vuelva”.
Dos meses tardó en despertar; tiempo más que suficiente para que la familia de Rose intentara convencerla de que lo abandonara. Pero ella, a quien no le importaba que un tiburón le hubiera arrancado la mitad de una pierna, quiso estar a su lado todo el tiempo. Así, desheredada y sin un centavo, salió del hospital juntó a Jack, quien, apoyado en dos muletas de madera, sopesaba en la escalinata cual era su situación. Bien, pensaba, Rose está muy buena, y aquel revolcón del coche no tiene precio, pero eso de que no tengamos dónde caernos muertos es otra cosa.
Su anhelada carrera como jugador de béisbol quedó reducida a la de utillero de los Yankees gracias a una prótesis. Mientras, Rose, que no había lavado un plato en su vida, se desollaba sus delicadas rodillas en las escaleras de los portales de la quinta avenida.
Un día, estando en plena labor y debido a su precaria alimentación, se mareó en el descansillo del décimo piso. El portero avisó entonces al doctor Shever, que por suerte vivía en el edificio, y entre varios vecinos la llevaron a su casa y la tumbaron en un sofá. El joven doctor Shever, estando ya a solas con ella, quedó prendado de la suavidad de su piel mientras la auscultaba y por primera vez en sus años de profesión se excitó con el escote de una paciente. Y Rose, viendo el percal, se dejó querer.
Cuarenta años estuvo Jack a cargo del vestuario de los Yankees. El día de su jubilación le entregaron un reloj de oro y un pasaje para un crucero, el mismo en el que la familia Shever pasaba sus vacaciones. Rose y Jack, ya ancianos, coincidieron el 29 de julio de 1961 en la cubierta de aquel barco. Era su primer crucero desde lo vivido en el Titanic y ambos estuvieron de acuerdo en que aquello les parecía un soberano coñazo.

sábado, 25 de mayo de 2013

AEROPUERTO DE ESTOCOLMO ARLANDA


   Es una primavera de las gélidas. En Suecia hay dos tipos de primaveras: las frías y las gélidas. Dicen que hay una tercera variante, la primavera “ni fu ni fa”, pero no puedo acreditarlo. El aeropuerto de Estocolmo-Arlanda es de corte moderno, con un diseño que agradece las grandes cristaleras en todo el recinto para que entre la máxima luz posible. Acero, madera y cristal, una combinación funcional y resultona que provocan la sensación de limpieza y pureza de líneas, nada de curvaturas ni complicadas estructuras, todo muy racionalmente recto, salvo detalles ornamentales como arbolitos de interior podados en esfera tan perfecta que parecen de plástico, o unos toldos triangulares blancos que en Andalucía se utilizan para dar sombra, pero que aquí tienen una misión difícil de definir. Yo estoy debajo de uno, leyendo, y me imagino en Sevilla tomando un finito.

martes, 21 de mayo de 2013

MI EX NOVIA

foto: yo mismo

Hoy ha entrado en mi galería una ex novia que tuve a los once años en el colegio. A lo máximo que llegamos fue a darnos la mano para bajar las escaleras, aunque yo la escondía mensajes secretos en su estuche para que se acordara de mí al llegar a casa.
Ahora, la verdad, es un pedazo de mujer. Nos hemos reconocido nada más vernos. Sonríe mucho, no sé si por los nervios o para justificar el gasto en ortodoncia, y cuando se acerca huele a menta. Para colmo, me ha enseñado sus cuadros en un iPad y son estupendos. Hemos convenido una cita mañana en su estudio para ver la obra en directo. Al marcharse, se ha girado desde la puerta y luego me ha sonreído a través del escaparate agitando los dedos mientras yo veía mi cara de tonto reflejada en la pantalla del ordenador.
Creo que voy a ponerme ahora mismo a escribir mensajitos para esconderlos mañana en su bolso. Tal vez funcione esta vez.

EL OTRO FINAL DE... BLADE RUNNER


Artículo para YOROKOBU. Mayo 2013.
EL OTRO FINAL DE… BLADE RUNNER
Todo el mundo quería abandonar Los Ángeles. En el año 2019 solo los inadaptados y la gente del hampa se quedaban por allí siendo los dueños y señores de las calles. Los demás soñaban con marcharse a las colonias del mundo exterior y empezar de nuevo.
Cuando Deckard vio morir a Roy Batty ya tenía claro lo que iba a hacer. Decidió desobedecer la orden de sus superiores y junto a Rachael huyó del país. Había oído hablar de un lugar donde el sol aún calentaba y solo llovía cuando tenía que llover. Su nave tenía autonomía de sobra para cruzar el charco, así que en unas horas llegaron a España.
El navegador les llevó hasta el aeropuerto de Castellón, un lugar inhóspito y en ruinas que jamás vio aterrizar un avión. Un paisano que estaba por allí paseando a su perro pensó que había comenzado una invasión extraterrestre. Después se tranquilizó al ver salir de la nave a una mujer con abrigo de pieles y unos supertaconazos de impresión. Tan fascinado quedó que no puso objeción en acercarlos a la ciudad.
Deckard leía el folleto de la agencia de viajes en el asiento del copiloto de un Peugeot 205. La crisis en la que el país estaba sumido los últimos diez años no permitía cambiar de coche a la ligera.
Lo más parecido a Los Ángeles resultó ser Benidorm. Alquilaron un apartamento en una de las torres en quinta fila de playa, una en cuyos bajos había un Mercadona. Los primeros días se sentían como en casa porque en la calle había tantos chinos como en su barrio. Compraron unas gafas de sol a un senegalés y se dedicaron a buscar trabajo. Al concejal de seguridad del ayuntamiento le dio un ataque de risa cuando Deckard le explicó que pretendía trabajar como policía. Ni dirigiendo el tráfico, le dijo. Rachael, más sosa y con un curriculum flojito, aceptó poner copas en la piscina de un hotel. Con su sueldo y algo de sus ahorros podían aguantar un tiempo, pero no mucho. Deckard, cansado de las colas en el INEM, probó suerte esculpiendo figuras de arena en la playa. Hoy aún se le puede ver en el paseo marítimo; es un tío cachas de mirada penetrante que le ha cogido el gustillo a beber en botijo.
Tienen un hijo, Roy, mitad humano mitad androide. Ha nacido con una pequeña malformación en una rodilla, nada que no se pueda solucionar pidiendo una pieza a Alemania.

lunes, 13 de mayo de 2013

LA AGUJA PEQUEÑA

Ayer por la noche se cayó la aguja pequeña de mi reloj. Ya sé que suena absurdo, pero me lo he dejado puesto. Esta mañana me he levantado a 'y cuarto', no sé de qué hora, pero eran 'y cuarto', y por primera vez en mucho tiempo no he sentido sueño. A 'y cinco' he terminado mi trabajo, aunque desconozco si era tarde para entregarlo. Después, a eso de 'menos veinte', he comido. Lo he hecho cuando tenía hambre sin pensar si era la hora de comer.
Creo que me gusta vivir sin la aguja pequeña de mi reloj; me tranquiliza saber que nunca voy a llegar con retraso a ningún sitio.

lunes, 6 de mayo de 2013

AL NACER

El doctor Sherrigan era muy competente y mi familia tenía plena confianza en él. Por eso, mi madre quiso dar a luz en su cama. Fue un parto sin complicaciones teniendo en cuenta la precariedad de elementos. Vine al mundo gritando como un energúmeno porque aquel caserón no se calentaba ni en los días de canícula y, cuando ya me tenía colgado boca abajo, el doctor Sherrigan dijo: “Parece un niño”.
¿Puede haber algo más ofensivo que te digan que pareces un niño cuando estás ahí desnudo y pataleando? ¿Cómo ‘parece’? ¿Es que acaso no se me veían las pelotas?