jueves, 29 de diciembre de 2016

EL ESPEJO DEL BAÑO


No dije nada y fui hasta el baño. Otra vez frente al espejo. Algo tienen los espejos de los cuartos de baño que siempre termino allí confesando las miserias. Deben ser el último reducto de sinceridad que me queda antes de engañarme a mi mismo en cuanto salgo.
El espejo estaba demasiado bajo y era pequeño, así que me apoyé en el lavabo y me agaché para mirarme. La luz venía del techo, lo que producía ligeras sombras bajo los ojos que marcaban las arrugas y me envejecían. Aún más. Alcé el mentón y estiré el cuello buscando mejor posición, aunque desistí al instante. Era absurdo pasarse la vida buscando el mejor ángulo y la mejor proyección de luz para disimular lo inevitable. Estiré los labios y me miré los dientes. Por suerte la fortuna empleada en el dentista estaba bien empleada. Sorbí directamente de la botella un poco de enjuague bucal y me analicé el rostro mientras mis carrillos se iban hinchando y deshinchando alternativamente. Pensé que llevaba mucho tiempo sin reír. Escupí y forcé una sonrisa estúpida. Probé con varias expresiones joviales y ninguna me convenció, de manera que cuando volví al salón llevaba la misma cara de amargado con la que había salido...

martes, 20 de diciembre de 2016

LA PRIMERA NOCHE

Fuimos a su casa. Me dijo que había comprado el sillón por la mañana y me senté para probarlo. Bostecé. Ella lo hizo después. Era muy tarde y estábamos cansados. Cuando empezó la noche no pensé que la conocería. El contagio del bostezo fue nuestro primer acto de complicidad.  Puso los pies sobre la mesa y yo, seguro de que no iba a encontrar oposición, hice lo mismo. Quedó el luto de mis calcetines negros al lado del jovial arcoiris de los suyos. Mis pies eran finos y largos, huesudos comparados con los de ella. Me parecieron grotescos a su lado, unos pies infortunados, como de esqueleto. Quise apartarlos pero ya no tenía fuerzas. Nos dormimos y esperamos que amaneciera.

domingo, 18 de diciembre de 2016

MUJERES DESPEREZADAS

Me gusta ver desperezarse a las mujeres por las mañanas; el descuido del pelo, la mirada aún difusa, cierto rubor en la piel y los labios mucho mas sugerentes que cuando se acostaron. Me gusta ver cómo aparece su ombligo bajo el pijama cuando se estiran. Me gusta que ronroneen como un gato antes de levantarse. Me gusta que saquen una pierna del edredón y se miren el pie como si no lo reconocieran. Me gusta que no digan nada y sin embargo lo digan todo...

miércoles, 14 de diciembre de 2016

COLORES

Me pidió que la disculpara unos minutos. Coge lo que quieras de la nevera, dijo. Di cuatro pasos y llegué hasta una librería de madera clara. Plantado frente a los libros repasé algunos títulos, más por entretenimiento que por interés, lo que hizo que me olvidara de ellos en cuanto me di la vuelta. Reparé luego en el crujido de la madera bajo mis pies. Miré al suelo y me vi ridículo con aquellas chinelas con borrego que me había obligado a calzar cuando entramos. Casi toda la superficie de la tarima estaba cubierta por alfombras de varios tamaños, colores y texturas, así que preferí descalzarme. Mis habituales calcetines negros me resultaron de pronto feos y tristes en un entorno tan colorista como aquel. Acostumbrados como estábamos yo y mis calcetines a ambientes más neutros, la explosión de color de su casa ensombreció aún más mi gusto por la ropa oscura...

martes, 13 de diciembre de 2016

LAS GANAS


Me había dado las indicaciones pertinentes para llegar a su casa antes de cerrar los ojos y dejar la cabeza apoyada en el asiento del copiloto. No voy a dormirme, me dijo, tranquilo. Las curvas de la carretera y su poco cuidado asfalto hacían que su cabeza se moviera levemente de un lado a otro. Entre los pies llevaba la bolsa con las botellas de vino con la despreocupación justa como para que no se rompieran sobre la alfombrilla del Land Rover. A veces creí oír una especie de murmullo, como si tarareara una canción, un arrullo. O un mantra. Mantenía la boca cerrada y las luces rojas del salpicadero iluminaban su cara. Tenía un perfil proporcionado, sin que hubiera un detalle que resaltara. La rectitud perfecta de la nariz contrastaba con la redondez de sus labios almohadillados. Yo alternaba la atención a la carretera con miradas rápidas y esporádicas a sus labios. Por suerte llegamos antes de que tuviera el impulso de besarlos, aunque ya dentro de la casa me fue más difícil disimular todas las ganas contenidas durante el trayecto...

lunes, 5 de diciembre de 2016

COCIDO MONTAÑÉS

Nada más aterrizar me llevó a un restaurante en un pueblo perdido, uno sin grandes pretensiones, ni estéticas ni gastronómicas, lo que facilitó la elección del menú. Era un negocio familiar, de comida casera, de esos que huelen a caldo de carne al entrar y el dintel de la puerta es tan bajo que hay que agacharse para pasar. Hacía muchos años que no comía sobre un mantel de papel blanco. Pensaba que ya no existían, incluso tuve ganas de dibujar sobre él. En el centro de la mesa había un dispensador de palillos de madera y no pude aguantar la tentación de hacer una especie de aspa entrelazando varios, como me enseñó mi padre cuando era niño. Llevar cincuenta años viviendo en Londres hizo que me emocionara cuando una señora mayor con mandil puso sobre la mesa un puchero de cocido montañés...

lunes, 28 de noviembre de 2016

LA CEBOLLA

Siempre he tenido facilidad para invitar a comer, no así para cocinar, así que le pedí que me ayudara. Me gustó verla llorar mientras picaba cebolla para la ensalada. Lloraba y sonreía a la vez mientras me hablaba, lo cual era desconcertante, aunque también muy sugerente.

lunes, 21 de noviembre de 2016

PREGUNTAS


Empecé a cansarme. Mis pasos se iban haciendo cada vez más cortos y su frecuencia más lenta. Hubiera sido absurdo disimular. Además no tenía por qué hacerlo. Entraba dentro de las posibilidades que un hombre de mi edad, poco dado al deporte y recién salido de un fuerte constipado, se cansara en una caminata por el campo. Y más cuando, para no resultar aburrido, mantenía viva una conversación con una mujer ventitantos años más joven que yo, acostumbrada a aquellos largos paseos, y con unas ganas insaciables de hacer preguntas.

domingo, 20 de noviembre de 2016

LOS HIPERBÓLICOS

―¿Qué te parece? ―me preguntó al rato sin mirarme.
―Parece muy acogedora.
Tal vez esperaba un adjetivo más preciso, o una demostración de admiración más entusiasta, o puede que un despliegue de alabanzas que premiaran su acertada elección. Me pareció correcto no exagerar. De hecho, no suelo hacerlo; siempre he sentido desconfianza de las personas “hiperbólicas”, de esas que la moderación y el término medio no forman parte de su vida y todo lo magnifican con el único fin de simular una sensibilidad de la que carecen...

lunes, 7 de noviembre de 2016

ESPÍRITU DE CONTRADICCIÓN

La médica resultó ser una mujer más habladora de lo que mi aislamiento podría asumir, aunque no me importó. Al revés; lo agradecí, dado que la fiebre no me permitía estar tan lúcido y despierto como para mantener activa una conversación medianamente interesante. Así que la dejé hablar.
La imposibilidad de salir a dar un paseo formó parte de sus recomendaciones. Dijo que era mejor esperar unos días más antes de salir, por mucho sol que hubiera fuera. Por suerte no dijo eso de “a tu edad no conviene arriesgarse a...”. Puede que lo pensara, pero no lo dijo. Si lo hubiera hecho, seguro que, por espíritu de contradicción, me hubiera puesto el abrigo y me hubiera largado a caminar sobre la nieve, aunque con ello me hubiera arriesgado a darle la razón.

domingo, 6 de noviembre de 2016

EL SÍNDROME FOSTER

Aquella mujer tenía el conocido como “síndrome Foster”, que consiste en creer que todos los arquitectos somos como Norman Foster: mediáticos, hipermillonarios, influyentes, glamourosos y casados con mujeres bellas e interesantes, por supuesto apasionadas del arte. Durante la cena me miraba con admiración, queriendo mostrarse atenta y dispuesta a ofrecer su ayuda. He de suponer que esto es lo que sienten las celebridades como Foster, y reconozco que no va conmigo recibir tales atenciones, por parecerme exageradas e indignas. Para neutralizarlas no se me ocurrió otra cosa que sonarme aparatosamente la nariz, humanizando así mi imagen y bajándola de un plumazo del olimpo de los seres absurdamente mitificados. 

sábado, 22 de octubre de 2016

EL RESBALÓN

No fue nada, un simple resbalón en el hielo de la acera, pero alguien llamó a los servicios de urgencia. Todo sucedió tan rápido que cuando me quise dar cuenta ya estaba en la ambulancia. Me desabrocharon el abrigo y me levantaron el jersey y la camisa. Yo me dejaba hacer. La impresión al contacto de la membrana de metal fue la misma que hubiera sentido si me hubieran puesto un cubito de hielo en el pecho. Resoplé y noté como se me erizaba el vello de todo el cuerpo. Hacia mucho tiempo que no tenía a una mujer joven tan cerca. La distancia que nos separaba era la medida del tubo de goma de su fonendoscopio. A esa distancia aprecié un pequeño lunar en el pómulo derecho, diminuto, minúsculo, hasta llegué a dudar de si se trataba de una gotita de café. Incluso pude percibir su olor, aunque no podría decir si se trataba de crema hidratante, cacao labial o suavizante de ropa. Olía a limpio en cualquier caso. Para concentrarse en el sonido de mi corazón mantenía la mirada baja, a la altura de mi abdomen. Lástima de los abdominales perdidos hacía unos años, pensé. Las estrellas grises de su fular le daban un toque infantil, como si no fuera una doctora auténtica y simplemente estuviera jugando a médicos. Lo último que recuerdo antes de perder el conocimiento fue su voz pidiendo que prepararan el desfribilador. Lo demás ya lo sabéis por los periódicos. 

jueves, 20 de octubre de 2016

YO, EL ESTETA


Mi padre fue un hombre poco dado a la decoración y al ornamento. Jamás entendió el sentido de la palabra “estético”. No le preocupó la apariencia: ni la suya como persona ni la de todo aquello que le rodeaba. La belleza, según él, estaba sobrevalorada. Tal vez, pienso ahora, fue aquella negación permanente del criterio artístico combinada con su obsesión por vestirme de cualquier manera la que hizo de mí un esteta, signifique eso lo que signifique.

lunes, 17 de octubre de 2016

UNA PIEDRA MÁS

No quería viajar a España. Hacerlo era como salir de la zona de confort que tantos años me había costado conseguir. Cruzar el atlántico era un viaje muy atrás en el tiempo. Siempre que lo hacía tenía la sensación de estar desubicado, aunque mi padre y los cuatro vecinos que quedaban en el pueblo se encargaran de querer convencerme de la importancia de las raíces. ¿Qué raíces? Odiaba aquella aldea, la casa, el olor a conejo, los cuchillos de desollar, los inviernos inacabables, las sábanas con bolas, la mirada de las vacas, el sonido de la cuchara al rozar los platos de metal blancos y desportillados, odiaba sobre todo esa manía por considerar que la única manera viable de ser feliz consistía en sentarse a la sombra de un árbol y mirar cómo pasta el ganado. Odiaba, en definitiva, esa capacidad de dejar la mente en blanco y conformarse con ser una piedra más...

martes, 11 de octubre de 2016

SENTIMIENTOS

No lloré. Quiero estar absolutamente convencido de que no lloré, pero no lo sé. Jamás recuerdo si lo hago. Tal vez debiera haberlo hecho, pero las lágrimas son caprichosas y no vale simplemente con invocarlas para que aparezcan. El miedo a carecer de sentimientos es algo con lo que he convivido siempre y aunque jamás me he acostumbrado a ello, no por eso debo negar su utilidad para enfrentarme a la muerte cuando la siento rondar igual que una novia adolescente, como una de esas chicas que no paran de escribirte cartas que nunca envían...

miércoles, 5 de octubre de 2016

HECHOS PUNTUALES

Abrí el buzón. Uno a uno fui pasando los sobres con la indiferencia de un carnicero cortando filetes. Apenas recibía ya asuntos importantes por el correo ordinario. Las notificaciones bancarias y las facturas han hecho del correo algo tremendamente aburrido, cuando no molesto. Antes de que todos aquellos sobres terminaran en la papelera, hubo algo que me resultó distinto al resto. Era el logotipo del Guy,s Hospital. A su lado, impreso con letra estándar, mi nombre. Siempre resulta impactante, e inquietante también, ver tu nombre asociado al de un hospital. Tenía un contenido bastante grueso. Metí el dedo por debajo de la solapa adhesiva y, cuando lo iba a deslizar, decidí no hacerlo. Imaginé que se trataba del resultado de mi chequeo anual, así que, fuera lo que fuera lo que dijera, podía esperar a mi regreso de España. Sin embargo, lejos de abandonarlo en el olvido sobre mi mesa de dibujo, preferí darle cobijo entre camisas y jerseys dentro de la maleta. Fue una de esas decisiones que se hacen sin motivo, casi de manera automática, cuando la mente está entretenida con asuntos rutinarios o mecánicos. El caso es que allí quedó el informe, hasta el momento cerrado, dando así la sensación de que poco me importaban los resultados. No era cierto, obviamente, pero no siempre actuamos con la cordura que se nos presupone. Yo, al menos, no. Entendí que el comportamiento trivial era también el más lúcido, por eso abrir aquel informe médico horas antes de ver a mi padre muerto hubiera sido tentar a la suerte. Estos hechos puntuales que rompen la rutina es mejor acotarlos en la medida de nuestras posibilidades. Si el azar decidiese aunar dos o más en un mismo momento, lo mejor es ignorarlos hasta tratarlos por separado...

miércoles, 28 de septiembre de 2016

HABITACIÓN DE HOTEL


Era una habitación de hotel estándar, con amplia gama de colores tierra y con la idea errónea de que lo funcional siempre es estético. Podía estar en Quebec o en Varsovia, daba igual. Comí un sándwich vegetal frente al televisor, sentado en la cama, apoyado en un cabecero de madera plastificada oscura y un par de almohadas. Masticaba mientras observaba cómo una mujer con un vestido corto y ceñido gesticulaba delante de un mapa del país sobre el que repartía todo tipo simbología climática. Especial atención presté a los nubarrones negros que colocaba exactamente sobre donde yo me encontraba, acompañados además de nieve y viento. Posiblemente el último temporal del invierno, dijo la presentadora con cara de resignación, a lo que yo respondí con un repaso a sus piernas, fijándome sobre todo en la esbeltez de sus gemelos, especialmente marcados debido a los estilizados tacones de unos zapatos que hubieran conjuntado perfectamente con la moqueta de la habitación. Los imaginé tirados al pie de la cama, abandonados. Seguí una rato mirándola en la pantalla: los pies juntos, las rodillas hermanadas, el culo perfecto. Era el momento en que...

lunes, 26 de septiembre de 2016

REGRESO

Me gusta vivir en Belgravia. Es un barrio tranquilo, un espacio de calma inmerso en la vorágine de Londres, un lugar donde lo más emocionante que te puede pasar es que te cruces por el parque con un honorable diplomático de cualquiera de las embajadas que pueblan la zona, mientras habla por el móvil escoltado por su equipo de seguridad. Eaton Square, en pleno corazón de Belgravia, tiene la dudosa fama de ser una de las calles más aburridas de la city, y caras también, lo que hizo que, después de mi divorcio, la eligiera como lugar de residencia habitual hace ya diez años para que Alice, mi ex mujer, supiera que me podía permitir vivir donde quisiera.
Aquel día llegué cansado del viaje. Tenía tensión acumulada en el cuello y me dolía la espalda. Apoyé la nuca en el cabezal del asiento del taxi y pronto sentí el peso de los párpados. No era sueño; sino ganas de no ver nada. Tuve lo que yo llamo “apetencia de lejanía”, esa sensación de alejamiento del mundo. Duró poco, siempre dura poco. De no ser así, tengo miedo de jamás poder regresar...

lunes, 19 de septiembre de 2016

EL HOCKNEY

"Llegué a la hora convenida. Me senté en una butaca enfrente de las puertas de acero pulido de los ascensores y me entretuve viéndome reflejado en ellas. El pánico a mi primera entrevista de trabajo se perfilaba en mi cara delante de un gran cuadro de David Hockney, situándome justo en medio de dos hombres sentados en sendas butacas frente a una mesa baja con un frutero y dos pilas de libros. Yo, entre ambos, miraba al frente. Por entonces no reparé en la obscena vulgaridad que supone colgar un Hockney en el descansillo de los ascensores. Pasados unos años busqué el título de aquel cuadro del que por unos minutos formé parte. Christopher Isherwood and Don Bachardy, se llamaba, pintado en 1968, y barajé la posibilidad de hacer una oferta para comprarlo y rescatarlo de aquella ignominia, aunque jamás lo intenté. Hasta hoy..." 

lunes, 12 de septiembre de 2016

LA PISTOLA

En mi vida había visto una pistola tan de cerca. Jamás hasta entonces había imaginado que la madre de la mejor amiga de mi hija pudiera llevarla. Lo descubrí un día en una reunión de padres en el colegio cuando la casualidad hizo que ella llegara tarde y se sentara sin pensarlo en el mismo pupitre que yo. Me sentí ridículo de pronto allí sentado, mirando de reojo cómo la pistola asomaba debajo de su chaqueta. Estaba asegurada en una cartuchera de cuero negro al amparo de un sobaco que yo imaginaba depilado y suave . Se percató entonces de mi mirada desconfiada y para tranquilizarme posó disimuladamente sobre su muslo embutido en un prieto vaquero una placa de policía secreta. Sonrió para justificarse, lo que valió para que no pudiera negarse a la invitación de nuestro primer café. 

martes, 6 de septiembre de 2016

NADA DE NOMBRES

Llevaba un anillo ovalado de dos colores. Juraría que lo llevaba. Recapituló el día anterior para saber dónde pudo haberlo perdido. Era imposible que se le cayera,  ni siquiera en el ascensor de su oficina. Tal vez lo recogiera él inconscientemente mientras se vestían. 
Se arrepintió entonces del pacto: nada de teléfonos, nada de nombres...

NADA DE NOMBRES

Llevaba un anillo ovalado de dos colores. Juraría que lo llevaba. Recapituló el día anterior para saber dónde pudo haberlo perdido. Era imposible que se le cayera,  ni siquiera en el ascensor de su oficina. Tal vez lo recogiera él inconscientemente mientras se vestían. 
Se arrepintió entonces del pacto: nada de teléfonos, nada de nombres...

viernes, 5 de agosto de 2016

TERRAZA DE PARÍS

Me gustaba porque era de caminar lento, pausado, casi meditativo. Llevaba las manos en los bolsillos del vestido, lo que deformaba el lino y lo ajustaba al cuerpo. Al sentarse en aquella terraza con olor a almendras, montó una pierna sobre la otra y, sin parar de hablar, dejó que su sandalia quedara por un momento suspendida en equilibrio en la punta del pie, columpiándose levemente mientras compartíamos el periódico sobre la mesa.

viernes, 17 de junio de 2016

SIN AGOBIOS

Todo iba demasiado rápido, acelerado, con la sensación de que la vida pasaba sin enterarme. Vivir sin objetivos me provocaba una sensación extraña, como un deja vu recurrente. Hubo momentos en que no sabía en qué mes estaba. Y lo peor fue que no me importaba. Todos los amigos de la isla me tenían por un privilegiado, y yo, si bien hasta entonces les habría dado la razón, empecé a tener dudas al respecto.
Además…ya era cincuentón. ¡Tenía cincuenta años, santo Dios, debería estar pensando en hacerme un plan de pensiones! Luego, sentado bajo la parra del bar de Claudio, el mundo volvía a su ritmo mientras elegíamos vino para los erizos....

lunes, 13 de junio de 2016

BAILANDO

"La confusión y el error forman parte del estado natural del ser humano. La perfección esconde una obsesión, y como tal no es sana". Eso me dijo en nuestra primera cita, mientras bailábamos. No supe si aquello era bueno o malo, así que seguí contoneándome como si no la hubiera oído.

BESOS DE CANELA

Hoy me he acordado de una chica a la que besé hace muchos años, una noche de aquellas en las que se podía fumar en los bares, mientras no paraba de mascar chicle de canela. "Así te acuerdas de mí cada vez que comas arroz con leche", me dijo al despedirse. Pensé que exageraba, pero no.

jueves, 9 de junio de 2016

UN ÁNGEL VESTIDO DE ROJO



Tener migraña la mañana en que tienes que ir a la Feria para firmar libros es una de las peores experiencias que puedes vivir. Domingo, doce de la mañana, sol y buena temperatura. Y yo con la cabeza como un bombo. Al dolor intenso en el occipital había que sumar una tamborrada embutida entre las sienes. Si no me hubiera comprometido con mi editor y mi agente, de buena gana me hubiera vuelto a casa.
La riada de gente me iba llevando casi en volandas igual que a un torero recién corneado. Apenas podía moverme en aquel enjambre. Recuerdo ir mirando los números de las casetas buscando la mía, la 303, pero antes de llegar hasta ella la avalancha me fue poco a poco desplazando hasta que, sin quererlo, me encontré frente al puesto de la Cruz Roja. Mi cara debía ser terrible porque al instante se presentó un ángel vestido de rojo.
    —Tú eres… —empezó a decir señalándome con el dedo mientras se acercaba.
    —Sí, lo soy —la interrumpí algo impaciente dando por sentado que me reconoció.
    —…Javier Marías, ¿no?
La broma no tuvo nada de gracia, pero ella empezó a reírse. No hay nada peor que reírse uno mismo de sus propios chistes. Eso sí, su sonrisa merecía la pena.
    —Perdón —se disculpó—, no lo he podido evitar. Sé quién eres; he leído tus libros.
No era el momento adecuado para enrollarse, así que le pedí lo más fuerte que tuviera en el botiquín. «Admito anestesia para mamíferos de gran tamaño”, bromeé. Me rio la gracia. Volvió con un par de sobres de paracetamol y un vaso de plástico con agua. Me lo bebí con el ansia de un explorador perdido que encuentra por fin un manantial.
    —¿Te debo algo? —le pregunté secándome los labios con la manga de la camisa.
Pensó un rato con expresión de mala actriz melodramática antes de contestar.
    —Dedícame un libro.
Accedí encantado y le pedí que se pasara por la caseta 303. Allí tendría su premio.

Nunca vino. En mi estudio aún mantengo su libro dedicado. A veces lo cojo y me da por pensar en lo que haría Javier Marías en mi lugar. Tal vez empezar una novela en la que un escritor de medio pelo recorre todos los hospitales de la ciudad buscando un ángel vestido de rojo.


Antología "Madrid en feria". VV.AA. Playa de Ákaba.
Rafael Caunedo, profesor de escritura creativa, coordinador de talleres de escritura y novelista. Su pasión es la ficción en cualquiera de sus manifestaciones, incluida la adaptación de la propia realidad.

sábado, 21 de mayo de 2016

INVENTARIO CAÓTICO I

Me gusta ver a mis hijas dormir; me gusta el rugby desde la grada y el tenis en la pista; los cuadernos nuevos y los coches viejos; me gusta el fuego con un piano de fondo; tengo debilidad por los flequillos largos y cruzados, de esos que hay que sujetar detrás de la oreja; enloquezco cuando una mujer se coloca el flequillo detrás de la oreja; me gusta el francés, hablado, no escrito; el color negro y el turquesa; andar descalzo en casa; las gafas siempre limpias y la imaginación, a veces, sucia; escuchar a los que saben e ignorar a los que se creen saber; me gusta pasear con las manos en los bolsillos y sentir cómo todo el mundo tiene más prisa que yo; disfruto observando desde la distancia y de las terrazas al sol en otoño, vacías, con un camarero veterano de chaquetilla blanca y sin peinado de futbolista; me gusta que me pongan una pasta en el platillo del café; me gusta la gente que sonríe cuando saluda y la que llora en el cine; y, claro, me encanta ver desperezarse a mi mujer los sábados por la mañana.


No me gustan los tatuajes que se borran; odio a la gente que te ofrece un antídoto después de envenenarte; no me gustan los bolígrafos verdes, el mus ni las apuestas; no entiendo las tendencias, ni que las sigan; no me gustan los peinados de los futbolistas, ni que los copien; no me gustan los referentes, las selecciones por defecto ni la política en funciones; no me gustan las escaleras de caracol; enfermo al entrar en un banco; no aguanto secarme con una toalla mojada y tampoco que me pidan que sonría para hacerme una fotografía; no me gusta que me toquen la cabeza ni las respuestas por silencio administrativo; odio que los relojes se atrasen, las subtramas y los baños sin ventana; no me gustan las camisetas sin mangas ni los sobacos que las llevan; no puedo con los bolígrafos de punta fina ni con los tramposos de manga ancha; odio el despertador de los lunes…, y de los martes; no me gusta meterme en un coche aparcado al sol, la ropa de colores chillones ni los álbumes de fotos; y, claro, llevo muy mal que mi mujer se despierte antes que yo y no pueda observarla mientras se despereza.

jueves, 12 de mayo de 2016

LOS CAFÉS

Eran las siete y veinte cuando el médico salió de la consulta quitándose la bata, lo que venía a significar que la conversación con ella no tenía carácter profesional. Quiso el neurólogo saber antes de nada a qué se debía la visita, aunque creía conocer el motivo. Una vez confirmadas sus suposiciones, cometió uno de los errores que todo médico jamás debe cometer:
   — ¿Por qué no lo hablamos tomando un café?
Los cafés, sacados de contexto, acercan mucho. A veces demasiado.
   —Te espero abajo.
    

lunes, 9 de mayo de 2016

EL NOTARIO

Es el notario de Madrid que mejor combina el whisky con el derecho civil. Amigo de la familia de toda la vida, colaborador profesional en el negocio y mi compañero de mesa favorito en las aburridas comidas de los domingos. Casado y divorciado tantas veces que se jacta de dejar en evidencia a Elisabeth Taylor. Padre de cinco hijos repartidos por varios apellidos. “Me encanta complicarle la vida al que quiera montar mi árbol genealógico”, presume a carcajadas. Siempre confesó que eligió ser notario por dinero. “Que me toque la lotería es imposible, ¿no?”, dice a menudo, “pues lo más parecido a eso debe ser una notaría en el barrio de Salamanca”. Dicho y hecho.

viernes, 22 de abril de 2016

RECUERDOS DE SUPER8

No tenía recuerdos precisos de su padre feliz salvo cuando lo imaginaba junto a su madre. Y de aquello, después de tantos años, sólo conseguía recrear imágenes como si las viera en una película de Super8: borrosas y sin sonido, sentado en el suelo frente a una pantalla pequeña e inestable....

lunes, 11 de abril de 2016

EL VOLCÁN OTRA VEZ

Hacía tiempo que no nevaba. Sacó la mano de la protección del paraguas y sobre la palma cayeron copos de ceniza. El volcán; otra vez. Cambió el rumbo y entró en el primer supermercado que encontró. Una botella de vodka. No, dos...

sábado, 2 de abril de 2016

LA RECETA


Sobre la mesa desplegó un arsenal de medicinas y una libreta de recetas que se dispuso a rellenar en ese mismo momento. Tenía la mano fina, con los dedos del mismo grosor que el bolígrafo BIC que manipulaba. La presión empalidecía las uñas, bien cuidadas y sin pintar. Tenía una letra infantil, para nada de médico. Retorcía su mano sobre la receta y se inclinaba sobre ella como una niña haciendo los deberes. Un mechón de pelo bailaba sobre el papel y lo rozaba. Por último, una rúbrica en forma de garabato improvisado dio por concluida la consulta, no sin antes advertirme que se trataba de una simple gripe, aunque hubiera aceptado cualquier diagnóstico con tal de que se hubiera quedado un rato más.

lunes, 7 de marzo de 2016

RESPUESTAS

Escribió la respuesta y después la borró. Siempre borraba sus respuestas impulsivas. Sus mensajes de whatsapp podían ser instantáneos y sin apenas reflexión, que solía borrar, o meditados, que llegaban tarde. Eligió pensárselo mejor. Y después se arrepintió. 

lunes, 29 de febrero de 2016

PREGUNTAS

Era un pésimo conversador, pero sin embargo era muy bueno haciendo preguntas inteligentes, con lo que siempre congeniaba con mujeres a las que les gustaba hablar. Como yo misma. Además era de risa fácil y bolsillo generoso, con lo que estar con él resultaba muy agradable. Lástima que un día desapareciera sin avisar. La gente que mucho pregunta, rara vez contesta.

lunes, 22 de febrero de 2016

UN PALMO NADA MÁS

Los brazos de él se enroscaban por la espalda de ella. Sus manos estaban quietas, extendidas en su totalidad adaptándose a las caderas, lo suficientemente lejos del culo como para no preocuparse, pero lo suficientemente cerca como para no descartar posibilidades. Bajar un palmo su mano podría cambiarlo todo. Lo hizo; y ella le dejó. La vida se mide en palmos...

jueves, 18 de febrero de 2016

AQUELLA MUJER

Me caía bien aquella mujer. Me gustaba mirarla mientras hablaba. Era discretamente atractiva, con la belleza que sólo la naturalidad es capaz de mostrar; poco dada a la presunción y al exceso de atención a su aspecto; con el encanto de un pelo sano pero de estilo descuidado; espontaneidad y fragilidad compensadas; tierna y dura a la vez, paradójicamente contradictoria.
Interesante.

Y capaz de llorar ante un desconocido.

lunes, 8 de febrero de 2016

TAL PARA CUAL

Sin duda es un hombre peculiar. No es especialmente carismático, pero teniendo en cuenta que le he conocido el día que enterraban a su padre, tampoco debo hacerme una idea categórica de cómo es. Serio hasta el punto de parecer inexpresivo. Elegante, eso sí, muy elegante y distinguido, con eso que llaman porte. Su altura, unida a su delgadez y a su envaramiento, le da una pátina despectiva, despreciativa y desdeñosa a la vez, lo que consigue que nadie quiera mantener una conversación larga con él. Dudo si esa imagen es la real o la pose que adopta para mantener las distancias. La sensación de autosuficiencia podría ser ofensiva aunque, la verdad, creo que hemos congeniado bien. Somos tal para cual.

jueves, 4 de febrero de 2016

DONDE PONE EL OJO...

En materia de mujeres, competir con Flavio equivalía a olvidarse de la medalla de oro. Ganaba siempre por rapidez, tenacidad y simpatía. Era como si las drogara, como si tuviera una pócima que las embrujara y eliminara sus armas de defensa. “Donde pongo el ojo, pongo la polla”, me dijo un día en París al poco de conocerle. Sus artes de seducción siempre estuvieron dirigidas exclusivamente al sexo; jamás tuvo otra motivación que la sexual. En realidad no se aprovechó de nadie, simplemente se le daban bien las mujeres, pero fatal las relaciones estables con ellas. Justo todo lo contrario que a mí.

lunes, 1 de febrero de 2016

LAS MUJERES CHISTOSAS



Nunca lo reconoció, pero mi hija estaba deseando que yo encontrara una pareja estable. Marie parecía una mujer perfecta para mí según su criterio: inteligente, atractiva, elegante e independiente. Supongo que si añadiera un poco de sentido del humor sería perfecta. No creo que pedirle que contara chistes fuera oportuno. Además no sé si en Bélgica se estila eso de los chistes. A mí, la verdad, tampoco es que me gusten mucho, por lo que era preferible que Marie se comportara igual a como lo venía haciendo. Seguramente que así tendría más posibilidades de que me fijase en ella. Un chiste a destiempo siempre me desenamora.