jueves, 26 de abril de 2012

UN NEGOCIO EN ESTADOS UNIDOS

Llevo un par de años trabajando en Nueva York. Ayer, mientras estaba parado en un semáforo, dejé de pensar en el artículo que tenía entre manos para observar a un mendigo. Al principio no me di cuenta, pero tras unos segundos de reflexión, reparé en que le conocía. Me acomodé en mi asiento para mirarle mejor. Sin duda era él. Hacía veinte años que había desaparecido de España para montar su negocio en Estados Unidos. La barba, la mugre y los años no impidieron que le reconociera. Bajé entonces la ventanilla y le llamé por su nombre. ¡Paco! Pero no reaccionó. Grité más fuerte. ¡¡Paco!!, y nada. Tal vez tanto tiempo en la calle le haya dejado sordo. Entonces, ante la premura impuesta por el semáforo en verde, grité: "¡¡Papá!!" Levantó entonces la mirada y yo busqué sitio para aparcar.

martes, 24 de abril de 2012

CÉSAR A LA MEJOR ACTRIZ

Ayer fui al estreno de la primera obra de Colette, mi segunda esposa. Estaba claro que algún día iba a dar el salto definitivo al teatro. De niña, ya en el colegio, apuntaba maneras al ser siempre elegida como presentadora del festival de navidad. En la universidad, formó un grupo de poesía que pateaba los bares más divertidos de París. Después vino el cine, y en su tercera película recibió el César a la mejor actriz. El colofón a su carrera llegó ayer, en su debut en el Théâtre du Châtelet, donde cosechó una sonora ovación.
Y allí estaba yo, también aplaudiendo, acordándome de su mejor papel. Durante meses me las estuvo dando con una promesa de la interpretación. Tuvo que ser la prensa amarilla la que aireara el asunto. Fue portada un domingo de mayo de hace un par de años. Recuerdo que yo estaba con Angeline, mi amante por entonces, en un hotel de Cannes. ¡Lo que nos reimos viendo las fotos mientras desayunábamos en la habitación!

lunes, 23 de abril de 2012

MI LIBRERÍA FAVORITA

Fotografía: Thomas Lohnes

Por Rafael Caunedo, artículo para la sección DECORARTES de Culturamas. Día del libro 2012.
Mi librería favorita está en una calle de poco tráfico, lo que le da un aire rural a pesar de estar en el centro de la ciudad. Su escaparate se exhibe con dignidad en una acera generosa a la sombra de un árbol grande y bienhechor a cuyo cuidado suelo dejar la bicicleta con toda tranquilidad. La puerta de madera avisa de la entrada del visitante con un leve chirrido de bisagra, el mismo durante años, que ningún aceite vivificador se presta a acallar. Curiosamente, al entrar huele a café, lo que más que despistar, siempre me estimula para que la búsqueda sea más tranquila y acertada. Una cafetera expreso se ofrece a todo aquel que conoce el secreto.
Es mi librería favorita un espacio en el que el jazz de Thelonious Monk forma parte de la decoración, una decoración pretendidamente sobrecargada en la que la madera es la única protagonista. Son muebles en los que se ve el trabajo de buenos carpinteros, esmerados en fabricar soporte para mucho peso, la mayoría de ellos considerados como antigüedades gracias a una pátina de historia que cubre su barniz. Libros en sus estantes colocados por orden alfabético, el más democrático de los órdenes, con los lomos cubriendo gran parte de las paredes; no todas, pero sí muchas. Cuadros y grabados enmarcados con gusto antiguo rellenan los espacios verticales para hacer que tan sólo parte de un zócalo de madera oscura y un fondo entelado de cuadros escoceses quede al descubierto. Todo es oscuro en mi librería favorita, o esa es la intención que le quiere dar su propietario, una oscuridad engañosa que convierte la agresividad de la luz solar en agradable y relajante semipenumbra. Ni un solo foco, y mucho menos un halógeno o fluorescente. Aquel ambiente como de otro siglo lo consigue con luces indirectas todas ellas provenientes de lámparas con pantallas de pergamino distribuidas con criterio acertado por toda la librería. Son luces sepia, nada de blanco, con lo que el efecto evocador es aún mayor.

En mi librería favorita hay un cartel a la entrada en el que se pide que se hable en susurros: ‘Por favor, susurre’, y nadie se atreve a contradecirlo. Fue idea del librero, de la que se siente especialmente orgulloso. Él suele estar trabajando en su mesa, un modelo robusto de 1903 traída desde Edimburgo. No da la sensación de estar revisando albaranes o comprobando balances, sino más bien parece estar encadenando versos, o escribiendo el capítulo de alguna novela. Es un tipo de mediana edad con el que nunca hay problemas para encontrar asesoramiento, siempre dispuesto a la charla y a la recomendación literaria, de cuyo gusto y criterio suelo fiarme sin ningún problema.Ni un paso, ni un arrastrar de sillas, nada se oye sobre esas alfombras de colores sosegados que representan flores y jarrones. Todo queda amortiguado sobre ellas, atrapado entre sus hilos, como queriendo aportar razones para que esta sea definitivamente mi librería favorita. Hay en ella además varias butacas, blandas y cómodas, de las que te abrazan como una madre, en las que el visitante se sienta a leer antes de comprar. De igual modo, mesas bajas, pequeñas y con formatos diferentes, sirven de apoyo para cafés, tés, libros y velas. Nada fuera de eso aceptan las mesas, temerosas y asustadizas ante impertinentes tonos de móviles.
En mi librería favorita no hay mesas de novedades, no hay distinción ni predominio; allí todos los libros tienen su sitio en función de la inicial del apellido de su autor, sin apreciaciones marquetinianas. La distribución por estantes y anaqueles está estéticamente equilibrada lo que confiere a la tienda una efecto ficticio, como de decorado, del que me confieso subyugado.
Mi librería favorita es un reducto de paz en la locura de la ciudad. Es un lugar con el que sueño. Mi librería favorita no existe salvo en mi imaginación. La tengo aquí metida desde hace muchos años y tal vez llegue un momento en que se convierta en realidad. ¿Algún voluntario para ser mi socio?

viernes, 20 de abril de 2012

LA LUNA

Alunizaje en Caja Madrid
Rafael C.M. siempre quiso ser astronauta. Gracias a la falta de presupuesto para Investigación & Desarrollo, por fin, la semana pasada consiguió su sueño.

miércoles, 18 de abril de 2012

LA ÚLTIMA BALA DE LA GUERRA

Hans B.H. murió en una trinchera durante la segunda guerra mundial. Era mi amigo y yo estaba con él en aquel fatídico momento. Una bala le atravesó el casco mientras recibía un mensaje cifrado a través del teléfono de campaña: "La guerra ha terminado, repito, la guerra ha terminado". 

martes, 17 de abril de 2012

BLADE RUNNER. PARA REFORMAR.


Artículo de la sección DECORARTES de la revista CULTURAMAS. Abril 2012.
Por Rafael Caunedo
Todo aquel que me conozca habrá pensado que ya estaba yo tardando en hablar de Blade Runner. Hay dos temas que me superan y que, aunque intente no hacerlo, suelo colar en mis conversaciones. Uno es Thomas Bernhard, de cuya casa me reservo un espacio espacial para hablar en esta sección; y otro es, claro, Blade Runner.
Decorartes es un lugar curioso en el que cabe prácticamente de todo. Blade Runner da mil y un motivos para estar también incluida aquí, ya sea por los efectos visuales, la estética, la ambientación o por el peinado de Sean Young. Es una película cuyo estreno quedó injustamente eclipsado por un extraterrestre que comía Lacasitos. No es por quitarle mérito a Spielberg, al que le debo muchas alegrías, pero el impacto que causó en mí la película de Ridley Scott no se puede ni comparar.
Recuerdo meterme en el cine sin tener muy claro qué iba a ver. Eso sí, cuando conseguí levantarme de la butaca al terminar, juro que vi en la Gran Vía a un par de Nexus 6  caminar por la acera y a la china de la Coca-Cola en la fachada de unos de los edificios. Por cierto, que de eso hace exactamente treinta años y es ahora cuando empezamos a colgar nosotros los luminosos publicitarios en la plaza de Callao.
Moebius, desaparecido hace unas semanas, se arrepentiría toda su vida de haber rechazado la propuesta de colaboración en la preproducción de Blade Runner. Dijo que no, y se decantó por participar en Les Maîtres du temps, de Rene Laloux, una peli de animación que pasó sin pena ni gloria. Eso sí, de manera indirecta participó el bueno de Moebius por cuanto sus ilustraciones en el cómic The long tomorow, escrito por Dan O’Bannon en el 75, sirvieron de inspiración a un receptivo y genial Ridley Scott, quien apoyado en la dirección artística de Lawrence G. Paull, David L Snyder y Linda DeScenna, consiguieron uno de los dos Oscars que ganó la cinta. Y no sólo eso, también Moebius y sus colaboraciones en la revista Métal Hurlant sirvieron para dar forma a aquel mundo decadente y sucio. Sólo faltó la aportación de Syd Mead, un diseñador industrial al que le molaban los trastos y de cuya imaginación nacieron muchos de los aparatitos de Blade Runner y Alien.
Ennis house, Hollywood
Scott, al que idolatré en su momento, dejó caer en alguna ocasión su atracción  por el cuadro de Edward Hopper “Nightawks”, del que se dejó influir para alguna escena de la película, lo que creó entre nosotros una afinidad especial que el tiempo y algún fiasco cinematográfico han ido diluyendo.
Yo, cada vez que la veo (porque la sigo viendo de vez en cuando), pienso que no me importa nada que las previsiones tan agoreras que vaticinaba el guión no se hayan cumplido. Una sociedad en ruinas de la que todo el mundo quiere huir. Visto desde fuera es una pena, pero ya inmersos en la pura ficción, o ciencia ficción mejor, la estética tan cargante, deprimente, húmeda y maloliente tiene su punto, y así se ha dejado ver en películas posteriores de las que es sin duda referente.
Todo en la película me gusta, incluida la ambientación de las oficinas, los locales de ocio o los apartamentos. Me gustan no para vivir en ellos, de hecho creo que no aguantaría ni cinco minutos entre tanta gente y tanto trasto, sino para admirarlos, para dejarme seducir por un mundo del que me creo todo y cuyo nivel de detalle llega hasta el diseño exclusivo de una botella de Johnny Walker en una secuencia de segundos.
No sé cómo será la ciudad de Los Ángeles en 2019, ni cuales serán las tendencias en decoración, pero si nos dejamos llevar por la película, aquella será una época de extremos. Mientras las clases opulentas vivirán en edificios minimalistas y de una frialdad evidente, las clases populares lo harán en apartamentos atiborrados de mobiliario y cacharrería varia. No quisiera ser yo la señora de la limpieza en una de esas casas. No hay orden ni concierto, y tanto de puertas adentro como en las calles, parece que reina el caos, la mugre y el humo. En las pelis de Ridley Scott siempre hay humo, niebla o vaho; es una fijación curiosa que agobia un poco más, si cabe, al pobre espectador que pronto padece claustrofobia en esas calles intransitables y sobrecargadas en las que correr sin chocarse con un chino con paraguas resulta imposible. Sociedad cosmopolita no, lo siguiente.
En cualquier caso, ni me llama el Off World (mundo exterior) ni quiero el terrenal que propone, pero por si alguien está interesado, creo que Ennis House, la casa de Frank Lloyd Wright donde se rodó Blade Runner, sigue en venta porque después de un terremoto y un par de inundaciones, está para reformar. La propiedad ha tenido que bajar el pecio un 50% y ahora debe rondar los seis millones de euros. ¿Te animas?

lunes, 16 de abril de 2012

DESAPARECIDO

Desaparecí tal día como hoy hace justamente un año. Eran las siete de la mañana y estaba en la T4 de Barajas. Tenía una reunión en Zurich a primera hora. Desayunaba un zumo de naranja mientras hojeaba el Financial Times. En un segundo de distracción, levanté la mirada y vi a un tipo que me recordaba a mí. Bebía también zumo, y como yo, leía el periódico. Vestía el mismo color  de traje y los dos compartíamos marca de maletín de viaje. La cosa no hubiera tenido importancia si a su lado, en otra mesa, no hubiera habido otro igual a él, y por ende, a mí mismo.
Tres mesas más allá, otro igual a nosotros manipulaba su Blackberry, una Blackberry como la mía y como la de los otros. Por la escalera mecánica bajaba uno más, con idéntico traje sastre y corbata de la última colección de Hermés, igual que la mía.
Y allí estaba yo, rodeado de muchos como yo, todos iguales, gente apática de mirada huidiza, cuya única diferencia era el destino de nuestros aviones.
Entonces decidí hacerlo.
Lo único que recuerdo es que nunca llegué a la reunión de Zurich. Hoy, dicen, estoy oficialmente desaparecido. Fuera hace frío, pero aquí dentro estoy muy bien. El generador nuevo funciona perfectamente.

miércoles, 11 de abril de 2012

LA MUJER DE MI VIDA (IV)

Estaba en el Madison Square Garden haciendo la crónica de un partido de la NBA. A ojos de un aficionado al baloncesto, tengo el mejor trabajo del mundo, pero para mí es un rutinario y agotador aburrimiento. 
Un día vino Stephanie para animarme. También era periodista deportiva y llegó para sustituir a un compañero enfermo. Se sentó dos filas más abajo que yo. Llegó tarde, cosa que me hizo disfrutar de verla pasar entre los compañeros con precipitación, agobiada por el tiempo. Antes de sentarse a trabajar pude comprobar que sus vaqueros estaban seguramente fabricados en exclusiva para ella dada la longitud de sus piernas. Una simple camisa blanca no desabotonada en exceso hizo el resto. Tenía la belleza de la discreción, la mejor de las bellezas. Con agilidad se anudó una coleta.
Pensé que al acabar el partido debía presentarme antes de que lo hiciera otro. Pero, (y siempre hay un pero), cuando terminó la crónica, Stephanie actuó de una manera que me hizo dudar. Una vez envió el trabajo al periódico, desconectó el portátil con la meticulosidad de una maniática. Primero un cable. Lo enrolló sobre sus dedos con milimétrica precisión para después meterlo en un compartimento justo para su tamaño. Después hizo lo mismo con la petaca del cargador y por último el otro cable, con idéntica pulcritud en el proceso de enrollado, sujetando el final con una cintita de velcro para que no se desmadejara. Ya para terminar, limpió el teclado y la pantalla con un trapito de esos que repelen el polvo. Verla por fin cerrar el ordenador y anclarlo con una cinta dentro de la bolsa fue algo superior a mi paciencia. La operación duró cinco minutos y cuarenta y siete segundos.
Yo, que tengo establecido el récord europeo de recogida de portátil en ocho coma tres segundos, comprendí que Stephanie tampoco iba a ser la mujer de mi vida.
Nota: por cierto, el récord mundial lo ostenta un coreano. Ganaron los Knicks.

martes, 10 de abril de 2012

ARIADNA Y LAS FLORES



Artículo publicado en la sección Decorartes de Culturamas Ocio. Abril 2012 
Por Rafael Caunedo.
Ariadna ha tenido desde niña atracción por las flores, pero nunca se planteó que iban a ser justamente ellas las que provocaran su separación.
Siempre tenía flores en casa. Disponía para ello de una colección de jarrones que, convenientemente distribuidos, llenaban se casa de color y, a veces, olor. Gracias a un curso de manualidades on line aprendió a añadir todo tipo de ‘inventos’ a sus centro florales, desde frutas hasta bombillas, cualquier cosa con tal de hacerlo original.
Sus favoritas eran las gerveras, que combinaban la humildad de las margaritas con la variedad cromática de las vanidosas rosas. Gustaba comprarlas siempre en la misma tienda, con lo que, viendo en ella una clienta lucrativa, la floristera se esmeraba en su trato con ella y le daba conversación cada vez que se veían.
Su casa era, para disgusto de Paco, su resignado marido, un muestrario de estrafalarios centros, ramos pretenciosos y todo tipo de inventos florales que el curso la recomendara. Su última obsesión fueron las macetas verticales con las que “reforestó” todos los baños de la casa convirtiéndolos en pequeños invernaderos. 
A Paco también le gustaban las flores, pero dejaron de hacerlo desde la noche en que sintió un ahogo mientras dormía y se convenció que eran las flores las que estaban acabando con el oxígeno. Ariadna, en cambio, estaba orgullosa de su casa y no hacía ascos a las visitas, a las que paseaba por las habitaciones como si estuvieran en las salas de un museo.
Toda obsesión daña, lo sabían muy bien sus amigos y familiares, a los que Ariadna regalaba ramos y centros cada vez que iba a sus casas, incluida la de su hermana Carmen, cuyo hijo pequeño tenía que salir corriendo por los brotes alérgicos cada vez que anunciaba su visita.
Y es que Ariadna no podía controlar su pasión. Lo malo es que esa obsesión deja huellas. Un día, dado que el ascensor estaba en revisión, a su marido no le quedó otra que bajar por las escaleras. Al llegar al tercer piso, la puerta del 3 A se abrió justo cuando él pasaba. Salió de la casa un hombre guapo cargado con una bolsa de golf al hombro. Un rápido vistazo antes de que la puerta se volviera a cerrar permitió que Paco pudiera ver uno de los centros de su mujer sobre la consola de entrada, duplicado por su reflejo en un espejo de marco dorado. Un escueto saludo fue el único intercambio de palabras. Al llegar al portal, antes de salir a la calle, Paco se quedó pensando junto a los buzones, dudó un instante y por fin se volvió sobre sus pasos. De nuevo subió a casa. Quería preguntarle algo a su mujer.


EL SEXO

... mi vecino me dijo ayer que en el amor el sexo no es tan importante... hoy su mujer me ha dicho, mientras nos desnudábamos, que no estaba de acuerdo...

domingo, 8 de abril de 2012

UNA HISTORIA DE QUIRÓFANO


Armando es ayudante de quirófano, una labor en la que siempre se había mostrado competente hasta el día que se enamoró de Carolina, la nueva cirujana jefe, que le ha hecho perder la cabeza.
Ayer fue su cumpleaños y entre todo el equipo compraron un pañuelo de seda de Loewe, un toque de distinción que Carolina agradeció repartiendo besos antes de salir hacia casa.
Armando quiso quedarse el último disimulando con un innecesario repaso a la agenda. Cuando Carolina se acercó a él, el ayudante sacó un sobre de su bata y se lo entregó a condición de que lo abriera en casa. Carolina lo guardó en su bolso pensando que era una carta standar de felicitación, una de esas con mucho colorín que tienen música cuando las abres.
Llegó a casa cansada después de una exigente jornada. Mientras se desnudaba para ducharse, se acordó del sobre. Y en el mismo momento que leía con sorpresa e incredulidad su contenido, entró su marido en la habitación. Carolina, incapaz de reaccionar ante la simple pregunta "¿qué es eso?", improvisó lo primero que se le vino a la cabeza intentando disimular su nerviosa y precipitada cavilación. Pasados unos segundos de incertidumbre, le dio el contenido del sobre a su marido al grito de ¡sorpresa!.

Invitación para dos personas. Dos noches. 
Parador Nacional de Granada.
La Alhambra, Granada.
Llegada 14 de abril
Salida 16 de abril
En espera de confirmación.

Esta mañana, Carolina y Armando han hablado en privado en un reservado de una cafetería cercana al hospital y lo han dejado todo claro. Armando se temía lo peor, sin embargo, Carolina sólo le ha pedido que cambie las fechas y el Parador.

viernes, 6 de abril de 2012

EL HOMBRE DESNUDO


Enfrente de mí, hay un hombre desnudo. Está en la terraza del otro lado de la calle. Se le ve apurado, nervioso, tanto que no acierta a ponerse los pantalones. Lo hace precipitado, sin separar la espalda de la fachada. Oh, oh, me acaba de ver; con mirada suplicante se pone el dedo índice en su boca cerrada y me hace un gesto indicándome que vuelva a mi despacho. Antes de hacerlo,veo como otro hombre, que parece muy cabreado, habla con una mujer dentro del apartamento. Él va trajeado, acaba de llegar; ella, pobre, debe estar enferma porque está acalorada y despeinada.
En fin, yo vuelvo a lo mío. A veces pienso que llevo una vida demasiado monótona.