De pequeño, Javier P. siempre iba con los indios, decía que los vaqueros eran unos chulos. Javier era un filósofo cuyo objetivo vital siempre fue el apoyo incondicional al más débil. Tenía especial predilección por aquellos que mostraban evidente inferioridad en un enfrentamiento y, a pesar de todo, no se amilanaban. Era una persona que buscaba los desequilibrios para nivelar la balanza. En los partidos de fútbol del colegio siempre se alistaba en el bando que se suponía peor. Nunca le importó perder, su victoria era ayudar al inferior.
En la universidad, cuando llegaba el verano, planeaba sus vacaciones en función de las necesidades de la ONG con la que colaboraba. En uno de sus viajes conoció a Yanina, una estudiante marroquí que compartía con él la misma visión del mundo. Ambos se enamoraron.
Un día se cruzó en su camino Delphine, la hija del secretario de la embajada de Francia en Madrid, una tía simpática y divertida. Y ambos se enamoraron.
¿Se puede uno enamorar de dos personas a la vez?, pensaba Javier una noche que no podía dormir dando vueltas a una decisión importante que tenía que tomar al día siguiente.
Yanina le había invitado a su pueblo, a las afueras de Rabat, para conocer a sus abuelos.
Delphine le había invitado ese mismo fin de semana al barco de su padre en San Sebastian.
Cuando volvió, quedé con él a cenar. Traía buen color. Me dijo que La Concha, desde el mar, es única.
Hoy, Javier P. vive en Paris y tiene tres hijas.
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ResponderEliminarObvio.
ResponderEliminarLa poesía sólo se escribe y es el tormento de unos cuantos, para todo lo demás no existe.
(gracias por borrar el anterior comentario bajo mi petición :D )
...Umpa, me has creado complejo de censor... me voy al psicoanalista...
ResponderEliminar...en la vida real hay menos poesía de la que debería...
Bufff , más que para un comentario , tu texto da para una tesis...
ResponderEliminar¿Nos domesticamos con el tiempo?, ¿Se perdió Javier con Delphine o se encontró?.....
...¿es la conversión del activismo al pijismo?...
ResponderEliminar¿Desde el Sena las cosas se ven distintas también?
ResponderEliminar...París es un buen lugar para vivir, sí señora...
ResponderEliminarLo que habría que preguntarse es sí Javier alguna vez se enamoró de alguien que no fuera él mismo y de la voluntad de ser el más guay de la troupe.
ResponderEliminarAhora así Parés es un lugar delicioso para vivir, sobre todo con pasta.
Me faltan datos para juzgar (es decir, no los hay en el texto). Si después de haber dado tanta guerra, prefirió un barco a un pueblo marroquí, es un cretino.
ResponderEliminarPero si prefirió una mirada a otra mirada... c'est la vie!
Nada que reprochar.
Nada es lo que parece y así andamos...de cabeza!
ResponderEliminar...los motivos de la decisión de Javier no están expuestos para que sea el lector quien los intuya... en función de cuales haya elegido será cómo se ve a sí mismo...
ResponderEliminarCreo que es mi primer comentario en tu blog, así que en primer lugar un cordial saludo y mi agradecimiento por compartir los textos que ya he podido leer.
ResponderEliminarY respecto al cuento de hoy, dejemos que las niñas crezcan y veamos a quien deciden unirse ellas, quizás a alguna el amor la lleve a Rabat, quien sabe, otra buena ocasión para asomarnos al corazón de Javier y saber de que color lo tiene.
...gracias Juanjo por tu visita... ya llegará el futuro...espero verlo "desde tu ventana"... un saludo...
ResponderEliminarHermosa historia, Rafael.
ResponderEliminarYo algunas veces pienso que aquella canción de Machín es filosofía pura. Un salduo.