martes, 30 de septiembre de 2014

EL OTRO FINAL DE... HER


Nos comunicamos a través de un pinganillo. En el futuro, los hombres no somos nadie sin nuestro pinganillo (el de la oreja, aclaro). Si por cualquier motivo (ya sea caducidad, batería agotada u obsolescencia programada) el pinganillo deja de funcionar, entramos en pánico.

Y Theo más que nadie…Sigue aquí...


lunes, 29 de septiembre de 2014

ABUELO

La perspectiva de ser abuelo me daba cierto vértigo, era un salto gradual, una manera muy efectiva de hacerme ver que me estaba haciendo mayor. Uno no envejece porque sí, le envejecen los demás y las cosas que ocurren a su alrededor. De pronto me imaginé con un bebé en los brazos, igual que había hecho en aquel sótano de París con Nicole cuando su madre la dejó en una cesta. La vida se me había pasado demasiado rápido. Si todo lo trascendente lo hubiera escrito en un libro, no hubiera pasado de ser una simple novela corta y, si resumo, tal vez tendría el tamaño de un pasquín. 
R.C.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

FLAVIO Y EL DINERO


Flavio decía que gastar el dinero en hacer feliz a los demás engrandece el alma. En realidad, eso del alma lo decía sólo porque le sonaba bien, muy poético, pero lo importante de verdad era que mi dinero nos servía para quitarnos preocupaciones a los dos. Entonces, ¿por qué no quitárselas también a la gente que queríamos? Flavio nunca tuvo nada suyo, por lo que su generosidad era relativa. Se vanagloriaba de que lo suyo era de todos, aunque todos sabíamos que suyo, suyo, no tenía nada. Eso sí, estoy convencido de que, de tenerlo, de verdad que lo compartiría, pero hasta que llegara ese momento tenía que hacerme a la idea de que lo mío era suyo y no al revés.
Esta era la famosa teoría de Flavio: “Jamás te preocupes por el dinero, preocúpate sólo de estar cerca de quien lo tiene”.
Yo tenía dos cosas: dinero y ganas de compartirlo. 

sábado, 20 de septiembre de 2014

WHATSAPP1


Te gustaba aquella vez que me dejaste ver tu ombligo mientras limpiabas mis gafas con el faldón de tu camisa o sólo me provocaste para pasar la noche?
(Continuará...)

miércoles, 17 de septiembre de 2014

EL OTRO FINAL DE... SUEÑOS DE SEDUCTOR



El día que me enteré de que Allan Felix hablaba con Bogart comprendí que nuestra amistad estaba justificada por compartir ciertos delirios. Si bien él prefiere a Rick, el héroe de Casablanca, yo tengo predilección por Jep Gambardella, el de La gran belleza, lo que nos coloca confrontados a menudo, aunque no por ello hayamos discutido jamás.
Una noche, incluso, cenamos los cuatro en mi casa… sigue aquí.

lunes, 15 de septiembre de 2014

HERNÁN



El mejor restaurante de la isla era el de Hernán. Jamás llegué a imaginar que una pizza pudiera ser algo tan delicioso. “Los argentinos somos así, Wilfred, mejoramos la especie”, decía siempre. Supongo que no lo diría por él porque Hernán no era especialmente atractivo, más bien lo contrario, aunque hacía gala de la consabida labia argentina y embelesaba a toda la clientela en cuanto se dejaba ver por la sala. Hablaba con todo el mundo, se paraba en cada mesa, pero sólo en la mía se sentaba, razón por la que siempre reservaba una mesa con una silla de más. En cuanto me veía, se venía conmigo. Y con Flavio.
Tenía barba de gamberro, mirada de pícaro, pelo de loco, color de vividor, gestos de mundano y bolsillo de pródigo. Era igual que yo, pero en porteño.
(Últimas páginas de una nueva historia…)

lunes, 8 de septiembre de 2014

EL BOTÓN DE MARIE


Las personas no rejuvenecen, sólo algunas tardan más tiempo en envejecer.
Marie aparentaba la edad que tenía, ni más ni menos: cincuenta años. Tenía arrugas, bastantes canas sin la ayuda del tinte, manchas incipientes en las manos, los lóbulos de las orejas habían perdido consistencia y empezaban a dolerle las rodillas al levantarse: era, sencillamente, perfecta. Me encantaba.
Era meticulosa calculando la medida exacta de té en la tetera. Se puso las gafas para hacerlo, igual que hacía yo. Descubrí que también en eso nos parecíamos. Un botón del puño de su camisa estaba a punto de soltarse. Se lo hice saber. Lo miró y me tendió la mano para que fuera yo quien se lo quitara. Apenas tuve que tirar del único hilo que lo mantenía unido a la camisa. Era un botón nacarado, con cuatro agujerillos, un botón como otro cualquiera. Sin embargo, no lo era.
Era su botón.

sábado, 6 de septiembre de 2014

SIEMPRE MARIE


Recuerdo aquellos días con especial emoción al comprobar los efectos beneficiosos que la isla provocó en Marie. La mujer del norte, fría y calculadora, iba poco a poco adaptándose. Progresivamente pasó a llevar la ropa con un toque de degradación muy de mi gusto. Supongo que Ibiza se presta al abandono, a dejarse llevar. Los espejos aquí son menos exigentes y las tallas de la ropa, esos numeritos crueles que se fijan en las etiquetas, pasan a ser simples guarismos sin importancia.
(Últimas páginas de una nueva historia) R.C.