viernes, 17 de junio de 2016

SIN AGOBIOS

Todo iba demasiado rápido, acelerado, con la sensación de que la vida pasaba sin enterarme. Vivir sin objetivos me provocaba una sensación extraña, como un deja vu recurrente. Hubo momentos en que no sabía en qué mes estaba. Y lo peor fue que no me importaba. Todos los amigos de la isla me tenían por un privilegiado, y yo, si bien hasta entonces les habría dado la razón, empecé a tener dudas al respecto.
Además…ya era cincuentón. ¡Tenía cincuenta años, santo Dios, debería estar pensando en hacerme un plan de pensiones! Luego, sentado bajo la parra del bar de Claudio, el mundo volvía a su ritmo mientras elegíamos vino para los erizos....

lunes, 13 de junio de 2016

BAILANDO

"La confusión y el error forman parte del estado natural del ser humano. La perfección esconde una obsesión, y como tal no es sana". Eso me dijo en nuestra primera cita, mientras bailábamos. No supe si aquello era bueno o malo, así que seguí contoneándome como si no la hubiera oído.

BESOS DE CANELA

Hoy me he acordado de una chica a la que besé hace muchos años, una noche de aquellas en las que se podía fumar en los bares, mientras no paraba de mascar chicle de canela. "Así te acuerdas de mí cada vez que comas arroz con leche", me dijo al despedirse. Pensé que exageraba, pero no.

jueves, 9 de junio de 2016

UN ÁNGEL VESTIDO DE ROJO



Tener migraña la mañana en que tienes que ir a la Feria para firmar libros es una de las peores experiencias que puedes vivir. Domingo, doce de la mañana, sol y buena temperatura. Y yo con la cabeza como un bombo. Al dolor intenso en el occipital había que sumar una tamborrada embutida entre las sienes. Si no me hubiera comprometido con mi editor y mi agente, de buena gana me hubiera vuelto a casa.
La riada de gente me iba llevando casi en volandas igual que a un torero recién corneado. Apenas podía moverme en aquel enjambre. Recuerdo ir mirando los números de las casetas buscando la mía, la 303, pero antes de llegar hasta ella la avalancha me fue poco a poco desplazando hasta que, sin quererlo, me encontré frente al puesto de la Cruz Roja. Mi cara debía ser terrible porque al instante se presentó un ángel vestido de rojo.
    —Tú eres… —empezó a decir señalándome con el dedo mientras se acercaba.
    —Sí, lo soy —la interrumpí algo impaciente dando por sentado que me reconoció.
    —…Javier Marías, ¿no?
La broma no tuvo nada de gracia, pero ella empezó a reírse. No hay nada peor que reírse uno mismo de sus propios chistes. Eso sí, su sonrisa merecía la pena.
    —Perdón —se disculpó—, no lo he podido evitar. Sé quién eres; he leído tus libros.
No era el momento adecuado para enrollarse, así que le pedí lo más fuerte que tuviera en el botiquín. «Admito anestesia para mamíferos de gran tamaño”, bromeé. Me rio la gracia. Volvió con un par de sobres de paracetamol y un vaso de plástico con agua. Me lo bebí con el ansia de un explorador perdido que encuentra por fin un manantial.
    —¿Te debo algo? —le pregunté secándome los labios con la manga de la camisa.
Pensó un rato con expresión de mala actriz melodramática antes de contestar.
    —Dedícame un libro.
Accedí encantado y le pedí que se pasara por la caseta 303. Allí tendría su premio.

Nunca vino. En mi estudio aún mantengo su libro dedicado. A veces lo cojo y me da por pensar en lo que haría Javier Marías en mi lugar. Tal vez empezar una novela en la que un escritor de medio pelo recorre todos los hospitales de la ciudad buscando un ángel vestido de rojo.


Antología "Madrid en feria". VV.AA. Playa de Ákaba.
Rafael Caunedo, profesor de escritura creativa, coordinador de talleres de escritura y novelista. Su pasión es la ficción en cualquiera de sus manifestaciones, incluida la adaptación de la propia realidad.