martes, 28 de agosto de 2012

QI Y YO


 Había asistido a un concierto en la iglesia, justamente el que clausuraba el festival anual que se celebra en agosto. Con Mendelssohn sobrevolando por allí y contagiado por la espiritualidad del lugar ya casi por mí olvidada, me pareció ver un ángel al violín. Miré su nombre en el programa: Qi, y era japonesa. Fui el primero en ponerme en pie para aplaudirla animando al resto del público a hacer lo mismo. Ella, tímida como sólo un oriental puede serlo, vestida con un sobrio vestido negro, correspondió a la ovación con una sonrisa apocada pero muy expresiva. Yo, sin duda, me había enamorado.
Una hora más tarde me desenamoré. La localidad no era muy grande, de suerte que no era difícil encontrarse siempre con los mismos paseando por el puerto o tapeando en las tabernas. La mala suerte hizo que Qi y yo coincidiéramos en la misma sidrería. Nunca había visto a un ángel chupar un percebe ni escanciar un vaso de sidra con tan poco arte. La miré con ojos terrenales, sin Mendelssohn por medio, y mi amor se acabó. Fue fugaz, sí, pero intenso.

sábado, 25 de agosto de 2012

LAS BONDADES DEL PESCADO


Ayer fui a la lonja del puerto para comprar un kilo de gambas. Mientras todo el mundo se fijaba en merluzas y centollos, yo no quitaba ojo a la madura pescadera que los vendía. Levantaba las cajas repletas de género con la soltura de un aizcolari y gritaba cada pedido con voz de camarero. Al verme, se colocó el flequillo detrás de la oreja con las manos enfundadas en guantes de goma azul. Era lo contrario a la sensualidad, allí apostada cortando cabezas y sacando vísceras sanguinolentas, pero no podía parar de mirarla; incluso perdí mi turno un par de veces por asomarme a su escote cuando se agachaba para esparcir más hielo.
Al llegar a casa vi que, entre tanta gamba, había un langostino. No sé. Llevo todo el día pensando que es un mensaje cifrado, como si fuera su tarjeta de visita con su teléfono. En casa dicen que hoy quieren que compre carne, pero les estoy intentando convencer de las bondades del pescado. Ya veremos.

miércoles, 22 de agosto de 2012

LA PRIMA DE RIESGO

Siempre he utilizado la sección de economía del periódico para encender la barbacoa. Sin embargo, últimamente algo me incita a echarle un ojo antes de quemarla. Aquí estoy, con un kilo de chuletas en una mano y la prima de riesgo en la otra. ¿Será indigesta?

lunes, 20 de agosto de 2012

MI PERRO Y EL CESPED ARTIFICIAL

Dicen que los perros terminan pareciéndose a sus dueños. Ayer vi al mío en actitud desconcertante; literalmente se estaba purgando con el césped artificial que decoraba la entrada a un restaurante. Algo de aquella imagen me ha hecho pensar que debo cambiar de medicación. 

jueves, 16 de agosto de 2012

YO Y EL CAMINO DE SANTIAGO


Se me rompieron las ‘gafas de cerca’ nada más comenzar el camino de Santiago, de suerte que no podía ver los mapas con claridad. Mi empeño por hacer la ruta completa desde Francia a través de la senda costera me obligó entonces a aliarme con un par de alemanes, pero su ritmo atlético no le iba bien a mis rodillas. Los dejé marchar mientras yo me paraba cada dos por tres para echarme Reflex en las piernas. Era tal el olor que ningún insecto se acercaba a mí y mi rastro era perceptible desde Roncesvalles.
 Hacerse mayor es una faena. Uno pierde la memoria y se convierte en un trasto. Ahora mismo estoy aquí, en un pueblo en plena montaña asturiana. Son las ocho de la mañana y estoy sentado sobre mi mochila a la puerta de una farmacia en espera de que abra. Tengo que comprarme Supercorega, ese pegamento que sirve para que la dentadura no se mueva. Llevo varios días perdido por el monte bebiendo caldito en los refugios porque no puedo masticar ni una miga de pan.
No sé si llegaré a Santiago. Si lo consigo, tengo claro lo que le voy a pedir: más tiempo.

lunes, 13 de agosto de 2012

YO Y EL TABACO


La conocí viendo Casablanca hace muchos años. Era grande y rubia, muy sueca, muy Ingrid. Y por ella volví a fumar.
Encendió su cigarrillo muy despacio sabiendo que la miraba. Se giró y me ofreció uno. Lo cogí por no contradecirla. Le pedí fuego y me dio la brasa de su cigarrillo, lo que me excitó y me animó a dar una calada de las de antes. 
Veinte años llevaba sin fumar y fue tal la arcada que me dio que a punto estuve de vomitar. De pronto, un acceso de tos que salía de lo más profundo de los alveolos me obligó a sacar la lengua hasta casi tocar el asiento de delante. Me puse rojo berenjena tirando a gris neumático, y los ojos lloraban irritados por el grosor antinatural de sus venas.
Ella, muy sueca, me observaba asqueada por la babilla de mis labios. Se levantó sin dejar de mirarme por si me moría allí mismo. 
Y allí estaba yo, con aquel cigarrillo aún en la mano, bebiendo agua a morro en el servicio del cine para poder respirar con normalidad. Hoy sigo fumando paquete y medio por su culpa.

sábado, 11 de agosto de 2012

PIDE UN DESEO

Una morena maravillosa, una rubia con pose desmadejado, un tipo con gafas y una montonera con dieciséis chanclas. Dicen que con cada puesta de sol hay que pedir un deseo... estoy por darles un sablazo a los de al lado y birlarles una botella de champán. Duna de Pyla, Francia, atardeciendo.