Me paseaba con la misma autoridad con que lo haría un comandante de la SS inspeccionando un campo de concentración. Caminaba con las manos a la espalda, con pasos cortos y lentos, valorando lo que se me mostraba. Repasaba la hilera de cheniles donde más de trescientos perros, compartimentados de cuatro en cuatro, pasaban la vida. Y yo allí, disfrazado de Heinrich Himmler, mirando y seleccionando: tú no, tú no, tú tampoco, tú no... y de pronto me paré. Ese de allí, dije.
Y de 300 la elegí a ella.
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Butragueño se disponía a tirar una falta al borde del área en un partido de alta tensión en el Bernabéu. Colocaba el balón con mimo y precisión para que ni una brizna de hierba le desviara la trayectoria hacia la escuadra. El balón salió con un efecto perverso y con la dirección precisa pero falló por escasos diez centímetros, rozó el larguero y salió ligeramente desviado hacia arriba.
Y de 90.000 personas que había en el campo en ese momento, el balón le voló las gafas precisamente a mi cuñado.
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Era domingo. Mi amigo M. compraba el periódico en un quiosco de la calle S., en Madrid. Hacía calor, era el principio del verano, y había salido de casa con una camiseta y unas bermudas. Hojeaba la portada a paso desganado. Debían ser las diez de la mañana cuando de pronto una explosión le tiró al suelo.
De casi 5.000.000 de madrileños, tuvo que ser M. el que estaba allí cuando ETA decidió poner una bomba. Le pilló una pierna, nada más, y pasó el verano con muletas.
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Sólo tres casos, tres historias reales. Nadie puede dudar que la suerte (o la desgracia) vive con nosotros y dependemos de ella. El azar, el estar en el sitio justo en el momento preciso puede cambiar nuestra vida.
Hoy voy a salir a la calle, tengo que ir a recoger unas copias en un centro de diseño gráfico. Calculo que habrá unas 20 personas cuando llegue. ¿Cual de ellas tendrá su día?
Bahía de Hanoi. Mi hermana me llama y me dice que está en un barquito estupendamente, se baja y se suben otros turistas. El barquito se hunde y palman 12 turistas. Por los pelos.
ResponderEliminar...la vida, a veces, nos deja ser los protagonistas...
ResponderEliminarUn minuto me decías ayer? La suerte está echada, no lo dudes. Algunas cosas no se pueden prever jamás. Besos
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con Anita Noire. Algunas cosas no se pueden prever jamás.
ResponderEliminarDesde luego hay historias de las que no me gustaría ser la protagonista, pero...