sábado, 29 de noviembre de 2014

ESPEJO

"Música oriental sonaba en el ascensor mientras Martina y Umberto ultimaban detalles de su atuendo frente al espejo. Miraban su reflejo no como pareja, sino como desconocidos; cada uno revisando su parte del matrimonio".
www.caunedo.blogspot.com

domingo, 23 de noviembre de 2014

EL CEMENTERIO


En el salón de su casa tenía un cementerio. Colgadas de la pared, al lado de un mueble chino, sobre su orejero de lectura, tenía colocadas por orden las fotografías de todos sus muertos. Eran marcos de madera exactamente iguales, todos en filas sucesivas, colocados por orden de defunción. Su mujer, uno de sus hijos, amigos, familiares, escritores y artistas que marcaron su carrera; todos allí enterrados. Muchas tardes he pasado en su casa durante su enfermedad y jamás me habló de ellos; salvo ayer. Con un hilo de voz, tapado con una manta de viaje, me contó muchas cosas que no sabía de su vida. Después me hizo ir al trastero y coger la caja de herramientas. Me dijo dónde estaba el martillo y los clavos y entonces me señaló el lugar donde debía colgar la siguiente foto: la suya. Una vez enterrado, me pidió que le dejara solo.

sábado, 22 de noviembre de 2014

ENTREVISTA


  
 —¿Ha pensado en volver a casarse?
   —Mire, en el mundo hay hombres y mujeres, y después estaba Iliana. Para que yo volviera a casarme tendría que creer en la reencarnación.
   —¿Por qué le gusta vivir tan aislado, tan lejos de todo?
   —Verá, de joven viví en el centro de Viena, en un edificio de cuatro plantas. Éramos doce vecinos y pasaron años hasta que logré conocerlos a todos. A lo máximo que llegué fue a saludarles en la escalera y a hablar de la lluvia. Aborrezco vivir en comunidad. Nunca participé en una junta de vecinos y rehusé ser presidente en infinidad de ocasiones. Las reuniones de vecinos me dan ganas de vomitar. Es como compartir tu vida con desconocidos. Siento repugnancia al tocar los botones del ascensor, el olor a comida en el descansillo, me molestan esas bicicletas cochambrosas todo el día ahí en medio, odio compartir mi cubo de basura y oler la basura de los demás. Siento pánico de la intrincada instalación de gas, siempre pienso que los así llamados técnicos instaladores de gas son en verdad inmigrantes sin preparación que no conocen bien su trabajo. Con sólo ver el cuarto de contadores del sótano me entran temblores. Dependemos de que al estúpido de arriba no se le haya roto la lavadora y te inunde tu casa. Vivimos sobre bombas de relojería y no nos damos cuenta. Me encanta la soledad y el silencio. ¿Acaso tienes silencio en tu casa? ¿Es que acaso no te puede tocar una vecina loca que vea la televisión a todo volumen a las tres de la madrugada o un alcohólico psicópata que se mee todas las noches en la puerta de tu casa?
      Es usted un hombre polémico en su país. Se le ha tildado de arrogante, megalómano, egocéntrico…¿A usted de qué manera le afectan las críticas?
   —Generalmente mis libros han tenido muy malas críticas, aunque curiosamente luego han recibido bastantes premios, lo que demuestra la absoluta estupidez de los críticos o la insoportable incompetencia de los jurados de los así llamados concursos literarios. Mi primera novela fue vapuleada en todos los medios de la manera más bochornosa y a punto consiguieron mi total desesperación y odio hacia la literatura. Pero luego me terminé acostumbrando a las majaderías y los disparates y ya nunca me preocuparon las criticas de esos personajes abyectos, siniestros y mediocres, escritores frustrados en su mayoría que alardean de su saber sin pudor, vomitando cursilería y ramplonería deficiente, escasez de neuronas y sobrepeso en vanidad. Ahora, hoy, lo que digan, me es total y absolutamente indiferente.
  ¿Qué supone ésta luz mediterranea para usted?
   —No crea que soy el típico centroeuropeo ansioso por broncearse que en cuanto puede se calza unos zuecos de goma y un pantalón corto. El sol, la duración de la luz…, no crea. Me provoca repulsión la sola idea de imaginarme embadurnado en cremas para tostarme al sol, como cruasanes con mantequilla. Me da asco el sudor.., sudar, ver el sudor de los demás, oler el sudor de la gente, el calor, el mal llamado paraíso que todo el mundo imagina con palmeritas y agua azul turquesa, es para mí la escena más espantosa de las escenas imaginables. El Caribe…, las playas de arena pegajosa donde la gente se mea sin contención.., y esos bares de playa, con lechugas plagadas de bichos y pescado sobado por manos de así llamados camareros temporales, llenas de callos y uñas largas. El calor, el sudor. Hoy soy feliz aquí, a estas horas, aquí, sobre esta silla de madera que cojea, hablando con usted, sólo con usted, nada de grupos, odio los grupos de gente, las reuniones con gente son insoportables, me resultan en todo momento repugnantes. Me siento bien al llegar a casa después de caminar sobre la nieve, encender el fuego, descalzarme y tocar el piano junto a un té humeante. ¿Es que acaso no lo entiende la gente? 

martes, 18 de noviembre de 2014

LAS VENAS

Foto: John Goodman

Coincidía con ella todos los días en el gimnasio. Era agotador verla levantar constantemente pesas y mancuernas. Un día me atreví a dirigirle la palabra: le pedí que me abriera el bote de las vitaminas. Sentada en el banco de remos me miró de arriba a abajo, cogió el bote, y lo abrió sin esfuerzo. Las venas de sus brazos me hicieron tragar saliva. No me dijo nada, pero supe que no tenía nada que hacer. Esas cosas se notan. 

martes, 4 de noviembre de 2014

MARIE CAMINANDO

Foto: Dorothea Lange
Llevaba pantalón negro y camisa blanca. Un pañuelo verde con pequeños arabescos anaranjados anudado al cuello le restaba sobriedad al atuendo, más apropiado para una cena que para una tarde de lectura casera. Que su aspecto fuera elegante no quiere decir que tuviera buen semblante. La elegancia tiene que ir en consonancia con la expresión, y la suya no parecía la de una mujer feliz. Los detalles difusos se iban haciendo certeros y nítidos a medida que la distancia entre nosotros disminuía. El pelo, siempre cuidado mientras estuvo en Ibiza, dejaba ver la raíz gris de algunas canas, como si el tinte hubiera dejado de ser algo imprescindible. La peluquería es una de las primeras renuncias cuando se hace un listado de prioridades.  La ausencia de maquillaje mostraba la edad real, no la que Dior quería.  Sus pasos, buscando retrasar el momento del encuentro, se iban acortando.

lunes, 3 de noviembre de 2014

ENAMORARSE


Dicen que enamorarse a ciertas edades no es sencillo. A mí, la verdad, no me costó ningún esfuerzo. Sin duda hubiera sido mucho más duro enamorarme perdidamente de una mujer a los veinte años cuando el cuerpo te pide justamente ir desprendiendo amor cada noche, preferiblemente con mujeres distintas.