martes, 27 de septiembre de 2011

REFLEXIÓN ANTE UN VINO CALIENTE


Era un vino bueno, pero estaba caliente. Nadie había reparado en la posibilidad de que la galería no tuviera nevera para refrescarlo. Claro que, eso era lo de menos, a nadie parecía importarle. A mí, la verdad, un poco.
Era la inauguración de la nueva exposición de Celia F., mi ex novia, una 'bohemia burguesa' con la que ya sólo me unen lazos profesionales. Nos llevamos a matar, pero ella dice que soy genial en lo mío y yo  doy fe que ella tiene futuro en esto del arte. Marchante y artista, combinación explosiva. Cuando nos vemos, nunca hablamos de aquellos años en los que tanto nos peleábamos, tan sólo ahora nos acostamos a veces para mantener en forma nuestros egos. La culpa no fue suya; pero tampoco mía. Vivimos tres meses en su estudio, y la cosa no cuajó. Nuestros amigos hacen apuestas. Dicen que vamos a volver. Es posible, aunque creo que las dos ya nos hemos cansado de esto de la homosexualidad. He conocido a un guionista que me está apeteciendo probar.
En fin, no sé, ya veremos.

domingo, 25 de septiembre de 2011

SUEÑOS ASOCIADOS

Eran las diez de la mañana del domingo y se despertaron haciendo el amor. Después, en ese sopor post coitum tan placentero, volvieron a dormirse. Él soñó que regresaba a París; y ella que le seguía. Los niños entraron entonces en la habitación y empezaron a saltar sobre la cama exigiendo el desayuno. Luego, aun en penumbra, una vez la paz había vuelto a la habitación, ella se levantó primero, y antes de salir le preguntó: "¿desde cuando la conoces?"

miércoles, 21 de septiembre de 2011

PUBLICIDAD DE MOVISTAR

Gerardo y Laura forman una pareja estupenda. Tienen buena planta y gusto atinado en el vestir. Como ahora mismo se les puede ver en la calle Serrano, suelen ir de la mano, cogidos igual que cuando eran novios, Rolex con Rolex. Lucen un buen bronceado después de sus vacaciones por la Toscana. A Laura le resaltan las perlas de su collar con el fondo tostado de su prudente escote. Ella le dice algo a él, y luego sonríen. Se percibe la compenetración después de veinte años de matrimonio. No tienen problemas. La salud les respeta y los negocios van mejor que bien. Sus hijos están estudiando en Estados Unidos y dos veces al año les suelen visitar. Se quieren, eso se nota. Ella le quita una miguita de la camisa. Se han parado en el escaparate de una joyería. Seguramente Gerardo está valorando la posibilidad de regalarla alguna pieza. Da gusto verles, allí plantados frente al escaparate cogidos de la mano y con la mirada teñida de oro blanco.
Así están cuando el móvil de Laura recibe un mensaje: "...dile que se te ha olvidado algo en la oficina. Te espero en el despacho. Te echo de menos..."
   — ¿Quién es? —pregunta Gerardo distraído.
   — Nada, nada, publicidad de MoviStar.

lunes, 19 de septiembre de 2011

CORRESPONDENCIA PERSONAL

Un día, cansado como estaba de no recibir noticias suyas, me escribí una carta a mí mismo como si me la mandara ella. A los tres días ya la tenía en el buzón. Me decía que estaba muy bien, que seguía de viaje por Sudamérica y que no tenía muy claro cuando volvería. Recuerdo haberla escrito sentado en la hierba apoyado en mis rodillas, por eso había palabras que ni yo mismo entendía. Terminé de leer y me enfadé con ella por no darme fechas concretas, de modo que me volví a escribir. Ahora estoy en la Patagonia y vuelvo el mes que viene.
Por fin, en una tercera carta, me cité en el aeropuerto de Barajas, a las 00:20 horas del 17 de abril, es decir, ayer. Llegué nervioso para pedirla disculpas nada más verla, pero no apareció.
Creo que esta ha sido la mejor manera para convencerme de que hace cuatro años que me dejó.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL DIARIO

Hace años quise escribir un diario, pero al leerlo me di cuenta de que mi vida era muy aburrida. Así que cambié de vida. No creas, sigo yendo a la misma oficina, tengo el mismo jefe y mi señora, para mi desgracia, persiste en vivir conmigo. Lo que hice fue inventarme una, o sea, escribir en un diario lo que me gustaría hacer, no lo que hago. Mi psiquiatra dice que eso genera frustración. Claro, lo dice él que nunca ha desayunado en la cama con Cate Blanchett. Mira que se lo digo: "doctor, que se va a volver loco de la vida que lleva". El pobre no hace más que recetarme pastillas. Si se enterara lo que hago con ellas... Lo que me joroba del diario es no tener mesa dónde apoyarme para escribir. Esta habitación, tan mullida y blandita es muy sosa. Hoy he quedado con Armani para que me la redecore. Giorgio y yo somos íntimos ¿sabes?... ya desde el colegio fumábamos juntos en el baño.

domingo, 11 de septiembre de 2011

EL APÓSTOL

Cuando le vi allí sentado pensé que era un apóstol. Mi ruta había llegado al final, como mis fuerzas. Ya no podía subir más, era la cima, incluso desde arriba podía ver el mar de nubes allá abajo. Eran los Picos de Europa, y sentado en una roca, fumando y rascándose la cabeza, vi un apóstol. 
Era un pastor, un pastor de cabras, no de los otros. Dijo llamarse Severino. Me senté a su lado y me pasó la bota de vino sin decirme nada. Por lo visto vive allí, en las montañas, y cuando digo montañas, digo arriba en las montañas, allí dónde no hay más caminos que los que hace el ganado. Él lo llama aldea, pero en realidad es una casa y una cuadra. Sólo vivimos dos vecinos, me dijo, yo y éste. Una manta de pelo que dormitaba por allí no se dio por aludido. Me ofreció un cigarro y a punto estuve de cogerlo. Tan a gusto estaba que no me dio miedo echar por tierra casi veinte años de abstinencia. Pero es que aquel cigarro era un prodigio, liado con tal maestría que bien podría ser la envidia de cualquier novato de Malasaña.
Hablamos un buen rato. No me hubiera importado poner la excusa de la falta de luz para quedarme en su casa a pasar la noche, pero tampoco era para preocupar a la familia. Allí arriba, sin cobertura..., ya me imaginaba a la Guardia Civil subiendo en helicóptero. Quita, quita.
Antes de bajarme me dio un trozo de hogaza, una cuña de queso, cecina y me enseñó dónde coger agua de un manantial. Recuerdo aún lo que me contó de su abuelo. Era costumbre de las montañas, que el abuelo plantara cuatro castaños cada vez que nacía un nieto. Le pregunté la razón de aquello. "Esas serán las cuatro vigas que sustentarán su casa el día de mañana", me aclaró. Después de eso me bajé a mi mundo.

Ya en Madrid, ayer mismo, celebré en casa la cena del fin del verano. Vino mi padre. Se presentó con una botella de vino para nosotros y con un regalo para sus nietas, mis hijas. Las traía un juego de la Wii a cada una. Le conté entonces lo de Severino. "Vamos a tener que educar a nuestros abuelos", le dije, aunque en realidad sólo pensaba que podríamos estar criando monstruos.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

EL POST-IT


Cuando llegó a casa, había un post-it pegado en el mueble chino del salón. Se acercó mientras se quitaba la corbata, pensando que su mujer habría salido a cenar con sus amigas. Últimamente lo hacía mucho. Confundido, comprobó que el post-it estaba en blanco, era un mensaje vacío, tan vacío como encontró el vestidor y la mitad de las librerías. 

lunes, 5 de septiembre de 2011

LA VOLTERETA LATERAL


Sólo la dije que hiciera el mono. Se le da bien hacerlo. Ha salido a su padre, aunque él nunca supo hacer la voltereta lateral. Una vez de niño, haciendo el pino, me dejé un diente al lado de una margarita. Desde entonces prefiero el ajedrez.

viernes, 2 de septiembre de 2011

SENECTUD


Ha ocurrido esta mañana. Estaba leyendo el periódico en el jardín, sentado en mi butaca de siempre, descalzo bajo la sombra del haya, lo más alejado de la piscina donde gritaban mis nietos. Mi mujer salió de la casa con una bandeja y dos vasos de zumo. Sus manos artríticas y su paso inestable podrían haber dado con el aperitivo en el suelo. Llegó a mi lado y entonces hizo la maldita pregunta: "¿De qué te ríes?"
Me quedé un poco parado con el ademán de coger el zumo a medio camino. Desconcertado, inventé una excusa. "Me he acordado de algo gracioso". 
No sé qué me está pasando , la verdad, pero últimamente creo que algo está fallando. Llevo unas semanas dándome cuenta de que se me olvidan algunas palabras tan sencillas como "salmorejo". Ayer, sin ir más lejos, pedí a Virtudes que me preparara eso que me gusta tanto en verano. Salmorejo, salmorejo, me repetí después para no volver a olvidarlo. El caso es que después se me olvidará otra cosa. No sé, estoy muy torpe y tengo lagunas. No quiero decírselo a mi mujer porque se preocuparía. A mis hijos tampoco porque me propondrían otra vez el dichoso tema de la residencia de Biarritz.
¿Que de qué me río?...., pues no tengo la menor idea. Es triste. ¿De verdad me estaba riendo? Seré bobo. Hacerse viejo es horroroso y no hay nada peor que percatarte de ello. ¿Pero de qué coño me reiría?
Lo peor de todo es que cuando me tomé el zumo ésta mañana en el jardín, me di cuenta de que llevaba dos horas leyendo el periódico sin las gafas de leer.