Alberto estaba ayer por la tarde tomando café en una barra de esas que miran a la calle. Allí sentado, en aquella banqueta alta, parecía un maniquí de escaparate pero sin precio ni proporciones. Hojeaba el periódico al tun tun, al revés como siempre, fijando de vez en cuando la mirada en la gente que paseaba por la calle.
En eso que de pronto reparó en la escena que tenía enfrente, una fotografía, como el fotograma de una película. Un anciano dormitaba en un banco y, a su lado, un buzón de correos. El hombre estaba quieto, tan quieto como el buzón, con la cabeza algo ladeada. Ninguno de los dos tenía buen aspecto. Uno con el pelo enmarañado, el otro con un chicle pegado en lo alto. Uno con la ropa gastada y desmadejada, el otro decorado con decenas de graffitis y un "viva mi polla". El anciano con barro ancestral en sus botas, el buzón con la base oxidada por el pis de los perros.
Alberto sintió pena de ellos. Toda una vida pasada, la experiencia de tantos años, uno con la memoria repleta de amores de juventud, juegos de infancia y besos de sus nietos..., el otro con cartas de amor, postales de Benidorm y requerimientos judiciales. Comenzó a chispear y ninguno de los dos se movía. Se inquietó cuando la lluvia aumentó su intensidad. La gente pasaba apresurada a su lado y nadie reparaba en ellos. Salió para despertar al anciano y meterle dentro. Al tocarle, cayó como un fardo sobre el banco.
El SAMUR certificó su muerte a las 17 horas y 21 minutos. Media hora después, sin que Alberto hubiera superado aún el golpe, unos operarios del ayuntamiento retiraron el buzón y en su lugar colocaron una pantalla de publicidad en 3D.
Alberto nunca había visto un muerto. Ayer vio dos.
Bufffff!!!!!!!!!!!
ResponderEliminar...ya compensaré este mal rollo...
ResponderEliminarRafael ... ¿Compensar?. Has trasnformado , la decrepitud y la muerte en un texto bello. Lo siento por Alberto, pero eso tambien forma parte del día a día.
ResponderEliminar...es verdad, la tristeza no se compensa con alegría... la tristeza es tristeza...
ResponderEliminarLa peor muerte es la invisibilidad, seguro que Alberto y el buzón eran invisibles para casi todos, gracias por prestarles tu atención y tus ojos aunque fuera ya en el último momento.
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