martes, 15 de marzo de 2011

LA NOVIA NORUEGA


Ya llevaba un par de semanas en Oslo. Era verano. Pasear por el parque Vigeland un día de sol es un privilegio que rara vez se consigue. No quedaba mucho tiempo para que me volviera a Madrid cuando una de esas mañanas vi a un tipo que leía EL PAIS en uno de los bancos del parque, y me dio por presentarme. Era de mi edad más o menos, también de Madrid, médico primerizo para más datos y, por lo que noté, estaba hasta los pelos de Noruega. ¿Pero cuánto tiempo llevas aquí?, le pregunté. Veinte meses y diecisiete días. Lo dijo como el preso al que le preguntan por su condena. Mira, continuó, ¿ves este sol?, pues no existe, es una quimera. Estuvo dos horas contándome su vida. Vine de vacaciones, me enrollé con una noruega y luego me enamoré de ella.
Por lo visto, el orden de los factores no altera el producto, porque yo me enamoré primero de la mía y después me enrollé con ella.
Intercambiamos información de nuestras novias y cuando terminamos, ambos descubrimos que necesitábamos un cambio. La mía era fiestera, un culo inquieto con tendencia a hablar demasiado. La suya era callada. Chico, entre que ella no habla y que a las tres de la tarde ya es de noche, no sé si darme a la bebida o convertirme en un friki de las esculturas de hielo.
Podríamos cambiar de vida, dejé caer como quien no quiere la cosa. Ya andaba yo dando vueltas a eso de ser escritor y qué mejor sitio que Oslo para conseguirlo, una ciudad sin luz, sin calor y en estado de hibernación durante meses.
Me presentó entonces a Saskia, una rubia tan alta como yo, pero con el doble de espalda. Mientras hacíamos el amor la primera noche, yo creía que me estaba acostando con un aizcolari. Me manejaba como un muñeco y a mí me encantaba. Lo nuestro era sólo sexo para compartir los gastos, nada más. Durante el día, ella trabajaba en un hospital y yo encontré un curro como ayudante del ayudante de un bibliotecario, lo que me dejaba mucho tiempo libre para mi proyecto literario.
Tardé dos años en volver a España. Lo hice con el mismo color de cara que Luis XVI de Francia después de pasar por la guillotina y con un manuscrito bajo el brazo. La novela se llamó "La novia noruega". Vendí veinte ejemplares que compró mi padre en su totalidad.
Hoy día, pasados muchos años, soy amigo íntimo de aquel médico. A veces, después de la segunda botella de vino, nos da por recordar a aquella noruega. Nos reímos de sus brazos como troncos, pero en el fondo la echamos de menos. Por cierto, mi amigo nunca se enrolló con mi novia, también decía que hablaba mucho.

14 comentarios:

  1. Eso no es cierto, yo noy tu padre y tengo un ejemplar de La novia noruega.

    ResponderEliminar
  2. ...estaría bien que fuera verdad... eso querría decir que tengo poderes sobrenaturales... gracias por leerme, María...

    ResponderEliminar
  3. Que gracia. Yo me escapé Edimburgo, leí setenta y cinco ejemplares de novela rusa y me enamoré de un metereólogo escocés cuya pasión dependía de la cantidad de lluvia que caía. Hoy en día, sigo bebiendo whisky escocés y los días de lluvia abundamente me ponen así como tonta :)

    ResponderEliminar
  4. ...Anita, debes llevar un invierno curioso...

    ResponderEliminar
  5. Ufff... me ha encantado!!! sobre todo lo del órden de los factores!!.

    ResponderEliminar
  6. Bueno, bueno, bueno, Rafael...hoy que el cielo de Madrid es tan bajo como el de Noruega, me has hecho reir! Los noruegos somos muy agradecidos cuando sale un rayito de sol.

    ResponderEliminar
  7. ...gracias, Unidad...
    ...Anne, me alegro que una francesa se ría con historias de noruegos...

    ResponderEliminar
  8. ...y que conste que me encantó Noruega...

    ResponderEliminar
  9. A mí también me ha hecho reír, Sr. Caunedo. Y no sabe cuánto se lo agradezco.
    Me ha 'encantao' lo que ha escrito.

    ResponderEliminar
  10. Me parece muy bien planteado y desarrollado. Sí señor. Con su pizca de absurdo (parece más lógico seguir a una india cherokee a su reserva que ir a Noruega por un coño), y su mucho de "la vida es un aburrimiento". Como homenaje a la novela de muerte, mientras que el relato es de amor, podría titularse "Extraños en un banco".

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  11. ...Nano, me quedo con el título para otro post...
    +abrazos...

    ResponderEliminar
  12. jeje Me ha gustado mucho el relato, y no me ha quitado las ganas de querer conocer Noruega ...

    Saludos!

    ResponderEliminar
  13. ...Rosalía, gracias... yo que tú, iría, pero no hablaría con ningún médico de por allí, por si acaso...

    ResponderEliminar