lunes, 14 de marzo de 2011

LA ELECCIÓN DE INTERMITENTES.

Dos filas de coches esperan que el semáforo se ponga verde en un cruce de calles. El primero de la derecha es un coche negro. En él, un hombre sigue el ritmo de la música con los dedos sobre el volante, aunque si le preguntásemos sobre ella, no nos sabría decir qué está escuchando. Mira por la ventanilla al conductor del otro coche. Es un hombre que, piensa, se parece a él; el mismo corte de pelo, el mismo perfil, el mismo traje, la misma cara de aburrimiento. Es un semáforo eterno que permite a su mente evadirse sin esperar al verde. Piensa entonces en lo desgraciado que es, en su puñetera mala suerte. Se acuerda de cuando su ex mujer le dijo que estaba enamorada de su jefe. Qué hija de..., se le escapa sin querer, como tantas veces. Su jefe, que era también su amigo. Entonces se pone a hacer balance y le entristece pensar que apenas le quedan amigos. Ya no se ven como antes. Vaya mierda de vida. No hago nada, soy un vegetal. Mis hermanos ni me hablan, mi familia se ha desvanecido, mi..., y así un buen rato ennumerando los motivos por los que está harto de todo. Es un hombre que sólo piensa en el pasado, como un mártir de la nostalgia, un desilusionado de la vida, un hombre abandonado a la tristeza, alguien a quien le cuesta salir del hoyo.
De pronto, se fija en un autobús descontrolado que va dando bandazos por la calle que cruza, sin frenos, a punto de volcar en cada volantazo, incapaz de detenerse mientras impacta con marquesinas, coches y motos. Se dirige hacia él, directo a él. Aterrorizado, lo único que se le ocurre es cerrar los ojos y apretar las manos contra el volante. Y gritar, gritar hasta que se daña la garganta. Un ruido de cristales y metal, como una explosión, le aturde al instante. De pronto silencio. Suelta las manos y abre los ojos. La gente corre hacia él mientras dos policías cortan el tráfico jugándose el tipo. ¿Qué pasa? Se palpa el pecho, estoy bien, y se mira al espejo, soy yo. ¿Entonces? Mira por la ventanilla y no ve nada. El hombre parecido a él está debajo del autobús. Temblando, no quiere saber nada y se va.
En el siguiente semáforo en rojo, aún histérico, escucha una cuña en la radio: Descubra Sudáfrica. Y tras unos segundos de duda, en el preciso instante que el semáforo se pone verde, quita el intermitente de la izquierda y pone el de la derecha.

5 comentarios:

  1. Es una pena que tengamos que vernos al limite, de lo que sea, para dar un vuelco a nuestra vida.

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  2. Muy impactante. No sé si es por la fotos de Japón pero el accidente me ha recordado al tsunami:para quedar con vida tienes que salir huyendo cuando ves como se materializa el peligro.

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  3. Poma:... el límite.... ¿y eso dónde empieza?...
    Anne:... salir huyendo... ¿hacia dónde?, ¿hacia quién?...

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  4. No sé que decir. Me he quedado sin saber si girar a la derecha, a la izquierda o seguir de frente...

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  5. Está bien eso de cambiar de dirección.
    A veces, es la mejor de las decisiones. Da pereza, pero es más fácil de lo que parece.

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