Eran las siete y veinte cuando el médico salió de la consulta quitándose la bata, lo que
venía a significar que la conversación con ella no tenía carácter
profesional. Quiso el neurólogo saber antes de nada a qué se debía la visita, aunque creía conocer el motivo. Una vez confirmadas sus suposiciones, cometió uno de los errores que
todo médico jamás debe cometer:
— ¿Por qué no lo hablamos tomando un
café?
Los cafés, sacados de contexto, acercan mucho. A veces demasiado.
—Te espero abajo.
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