www.culturamas.es/ocio/2012/01/16/de-que-color-estas-hoy/
Yo no tengo colores favoritos. Mis hijas son muy dadas a ir por la casa haciendo test, tal vez tengan futuro como encuestadoras, y hay una pregunta que nunca falla cuando se dirigen a mí: “¿De qué color estás hoy?”
El
color es un estado de ánimo. Si lo analizamos, cualquier elección es un estado
de ánimo, ¿o es que no nos vestimos de determinada manera en función de cómo
nos sintamos? El mismo modelo nos
puede quedar impecable un día y en cambio hacernos parecer un fantoche al
siguiente. El espejo es un traidor; a veces hasta le insulto, sin darme cuenta
que, en realidad, lo hago contra mí mismo.
Igual
me pasa con los colores. Hoy, por ejemplo, me siento marrón confuso, un estado ideal para quedarse en casa y esperar que
cambie el dígito del calendario. Uno no puede evitar tener altibajos, al menos
yo no puedo, por lo que aliarse con un color de por vida me es imposible. No
entiendo como alguien puede tener un color favorito. Mi padre, desde que le
conozco (básicamente toda mi vida), adora el verde, el verde sin matices, a
secas. No niego que algunas veces yo esté verde
indecente, pero se me pasa y me decanto luego por el azul meditativo en un segundo. Soy así, un tipo voluble.
Amarillo felicidad |
También
me gusta el blanco no estoy, un color
ideal para no tener niños y ser muy limpio y ordenado, por lo que lo descarto
hasta más adelante. De momento me conformo con un gris todo vale.
Los
días negros tricornio son mejor que
los dejemos pasar por mucho que brillen como el charol; engañan, y si tomáramos
cualquier decisión en uno de ellos, podría volverse en nuestra contra. Eso sí,
siempre nos quedará el negro sala de cine,
que me ha servido de terapia desde niño, y del que me sirvo para auto engañarme
y salir del mal trago. Es la psicología de los colores, esa que recomienda la
no saturación de los tonos; o sea, nunca rodearse en exceso de colores puros,
el rojo-rojo, por ejemplo, y dejarlos
para sutiles pinceladas de nuestra vida, para detalles de esos que están,
atraen, pero no matan.
La personalidad de cada uno se
exterioriza a través de los colores, en la ropa, el coche o en casa, por eso,
el día que vayamos a tomar alguna decisión importante, como la de elegir el
color de las paredes, es mejor hacerlo cuando nos hayamos levantado azul dialogante y llegues a un acuerdo con
tu pareja. Las soluciones consensuadas siempre “pintan” mejor.
Los mínimos mortales no saben que los colores no existen. Las cosas no tienen color, sólo capacidad para absorber ondas de luz, fotones que chocan no como corpúsculo, sino como onda. Los átomos de las cosas, sus capas electrónicas, repelen la luz con frecuencias distintas. El ojo es un órgano que percibe frecuencias, ondulaciones, y las envía el cerebro, y el cerebro nos da esa ilusión. Cuando llegamos al confín del ultravioleta no vemos nada. Yo a mucha gente le digo que estuve trabajando cuatro años en el CERN, pero no me cree nadie. Me marché porque me llenaba de soledad. Tú, mi buen amigo, puedes creerme o no. Si no me crees no pasa nada. Si me crees, mi esquizofrenia quedará como la ilusión de los colores
ResponderEliminarLo podrías haber escrito con letras más grandes, KENIT, pero no más claro. Me parece auténtica tu descripción y he aprendido un montón de los no-colores.
EliminarUn abrazo enorme desde esta parte del mundo,
Mariajo
P.D.: Tienes más razón que un santo...¿o más bien un científico nato?...
Un saludo, compadre. Filosofía del color y un mundo de emoción.
ResponderEliminarEste artículo me ha encantado...ado, ado...
ResponderEliminarEstá lleno de sensibilidad y vulnerabilidad multicolor (o acromática, según KENIT)...
...sois buenísimos, y me encanta doblemente leeros y seguirosss...¡es un placer para los sentidos!...¿existen?...
Besitos Arcoiridianos,
Mariajo