Había
estado toda la noche con mis amigos y al final terminé en casa de mi novia. Sus
padres, como cada fin de semana, estaban fuera. Desperté sobresaltado
cuando el sol ya entraba por la ventana. Entonces me vino a la mente la cara de
mi padre y me levanté lo más rápido que me permitió la resaca. Ya con la
camiseta y las bermudas puestas me di cuenta de que me faltaba un calcetín.
Apurado por la hora, estuve un buen rato buscando entre el amasijo de sábanas
mientras mi novia seguía dormida, desnuda y destapada. La di un beso en el culo
y salí corriendo.
Llegué
cuando mi padre estaba programando el riego automático del jardín. Me vio
aparecer y me llamó con un gesto de la mano pidiéndome sigilo para no despertar
a mi madre. Ya frente a él dejó lo que estaba haciendo y me miró de arriba a
abajo. Yo mismo me di cuenta de que mi imagen dejaba mucho que desear. Al ver
que me faltaba un calcetín, mi padre me dijo: “¿No crees que si no te hubieras
puesto el calcetín no me hubiese dado cuenta de que has perdido el otro?”
El
calcetín jamás apareció, no sé si lo perdí antes de llegar a la casa de mi
novia o simplemente salí de casa sin él. A veces entiendo a mi madre cuando me
llama descerebrado.
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