martes, 22 de febrero de 2011

VIBRACIONES

Evelyn Glennie tuvo una enfermedad que a los once años la dejó sorda. Como ella, muchos niños en el mundo. ¿Por qué ella es especial? Hoy, pasados unos cuantos años, aquella niña sorda es una de las percusionistas más prestigiosas del mundo, reclamada por las más importantes orquestas y componente de las grabaciones de discos de todos los grandes.
Pero vamos a ver, ¿esto de la música no es incompatible con la sordera? Eso es lo que todos pensaron. Todos menos tres personas. Sus padres, que pudiendo haber disuadido a su hija de su lunática idea, prefirieron apoyarla. Y su profesor, su maestro, que ante una situación tan especial y, a veces, tan desesperante, perseveró en su ayuda para que esa niña creara una nueva forma de sentir la música a través de las vibraciones.
Cuando veo los vídeos de Evelyn Glennie, no puedo parar de pensar en lo que hubiese hecho yo si una hija mía me pidiera una batería siendo sorda. Debo ser mal padre porque seguramente hubiera intentado convencerla para que se decantara por otra cosa, pintura por ejemplo. Papá, pero yo quiero ser músico. Vale, hija, aquí tienes unos pinceles.
Las personas con dificultades como Evelyn también tienen derecho a tener pasiones. Sólo con pasión se pueden alcanzar ciertas metas. La pasión es el más alto grado de amor. La música era su enfermedad, no la sordera, de modo que los padres hicieron un acto de amor y le facilitaron todo lo que pidió, incluido un profesor. Y yo vuelvo a pensar: ¿qué hubiese hecho yo si fuera profesor de música y en mi clase entra un alumno sordo? Mira, no puede ser, la clase de pintura está al final del pasillo. Pues no. Ser maestro también es una pasión y aceptó el reto.
El mundo necesita dos cosas para que evolucione. Pasión y gente capaz de desvivirse por los demás. Personas que aceptan la misión de la AYUDA como objetivo vital, el trabajo en beneficio ajeno y la vocación altruista.
Cada vez es más difícil ver esto. Paseas por la calle y te das cuenta de que todos somos entes autónomos aunque vivamos en sociedad. Sólo aparece solidaridad en momentos de desgracia, el resto del tiempo lo dedicamos a buscar el camino más corto hasta llegar a la felicidad propia. No hace falta ser la madre Teresa de Calcuta y montar leproserías para que esto funcione, basta con no ir por la vida con cara de mala leche, como si fuéramos con dolor de estómago todo el día. A veces, tengo la sensación de que estamos amargados. No sé, creo que todo es más fácil de lo que parece, sin embrago, seguimos más preocupados por las operaciones de estética de algunas anormales que por llamar a un amigo al que hace meses que no vemos.

4 comentarios:

  1. "Pasión y gente capaz de desvivirse por los demás" y "Seguimos más preocupados por las operaciones de estética de algunas anormales que por llamar a un amigo al que hace meses que no vemos". Gente de verdad, gente que sean personas y que el mundo se ejerza de seres humanos. Lo estamos olvidanado. A veces el destino nos pone zancadillas y nos arrima a lugares sombríos, pero me niego a dejar de confiar en la capacidad del ser humano para emocionarse y desvivirse por los demás. Llámame ilusa pero no se vivir de otro modo.
    Creo que de todo lo que has escrito me quedo con esto. Es lo fundamental.
    Feliz día

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  2. Lo recibo apasionadamente y del mismo modo te digo "de nada"

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  3. No hace falta desvivirse, en realidad no hace falta gran cosa, sólamente ser capaz de ponerse los zapatos de otro y caminar durante unas horas.
    Te lo dice alguien que ha trabajado -remuneradamente- con niños autistas, downs y síndrome de williams. Y ha sido una de las mejores experiencias de mi vida.

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