Hoy he ido al campo, eso que hay fuera de las ciudades que tiene mucho verde y nada es recto. Caminaba con mi perro. Bueno, yo andaba, él hacía el perro. ¡Un palito!, pues mira, se lo tiro. Al quinto palito el juego me parecía absurdo. El perro pensaba lo mismo, seguro, porque me miraba como si quisiera preguntarme si no tenía cosas más interesantes que hacer. Pues sí, mira por dónde, me voy a sentar en esta piedra tan incómoda y me voy a poner a pensar ¿Pensar? Y claro, mi perro se ha ido a comprobar si el agua del río estaba tan fría como parecía.
En eso que ha aparecido otro humano, uno como yo pero con boina y con bastantes años más. Caminaba despacio y algo torpe. A su lado, otro perro. Entre perros ya se sabe que en cuanto se ven, se juntan para olerse el culo y todas esas guarradas. Mientras el vejete se sentaba a mi lado, los perros se han puesto a saltar y a correr como poseídos por una fuerza diabólica.
Él no hablaba por falta de fuelle y yo por falta de ganas, pero ambos seguíamos con la mirada los juegos de nuestros perros. Persecuciones, ladridos, quiebros, saltos, peleas, revolcones. Daba gusto. Los mirábamos con envidia. El viejo por la fuerza y las ganas de vivir y yo por la sensación de libertad y la ausencia de responsabilidades. No nos hemos dicho nada, simplemente cada uno pensábamos en nuestras cosas.
Un error muy extendido de los humanos es pensar que sólo por hablarse ya se entablan lazos fraternales, sin saber que la mayoría de las veces, las conversaciones más elocuentes y provechosas se producen en silencio.
A veces un silencio dice mucho más que 100.000 palabras. Hace algún tiempo escribí algo como así: Podemos construir la vida sobre una montaña de palabras grandilocuentes, gruesas e inmensamente falsas y que esa vida sea absolutamente hueca.
ResponderEliminarPues eso. Feliz fin de semana
...hay silencios atronadores...
ResponderEliminarCierto, Rafel , muy cierto.
ResponderEliminar"Si quieres ser sabio, aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir". (Johann Kaspar Lavater-1741-1801-Filósofo, poeta y teólogo suizo).
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