He pasado toda la mañana en ARCO, ese alarde de creatividad, a veces, y de idas de olla, otras. Con mi visión de retaguardia he visto, allá a lo lejos, a dos personas mirando una pieza.
Uno, impecablemente conjuntado con su blazer de Hermenegildo Zegna y su Rolex Daytona, con andares firmes asentados sobre sendos Martinelli y un Hermes de seda estampada, a juego con la montura Ray Ban de sus gafas de pasta. Un hombre indiscutiblemente preocupado por la moda y la imagen que, SIN EMBARGO, desconoce la marca del desfibrilador que le salvó la vida el día del infarto, ni el nombre de quien lo inventó.
A su lado, un joven con vaqueros, camiseta negra y chaqueta marrón chocolate, barba de tres días, con cara de despiste y ganas de salir a fumar. Es científico, investigador mileurista, y actualmente está enredado en algo de Medicina regenerativa, no se qué de los efectos adversos de la radioterapia mediante trasplante de células madre. Se le ve bien, SIN EMBARGO, no sabe que mañana le van a despedir y tendrá que irse al paro. Lleva un periódico doblado a la remanguillé debajo del brazo. Al acercarme no puedo evitar leer uno de los titulares: "Descenso drástico de los recursos públicos para I+D"
Ahora en casa, tranquilo y con un té a mi lado, me ha dado por recordar a Paul A. Samuelson y sus "cañones y mantequilla"; después he buscado información del inventor del desfibrilador, Jacques Arsène D'Arsonval, a quien he hecho santo de mi devoción y, por último, me he imaginado un mundo que por fin se da cuenta de cuales son las prioridades.
... luego ya me he despertado ...
Es lo que tiene. Al menos has tenido un sueño que mola.
ResponderEliminar...esto de los sueños debe ser compensatorio... creo que por cada sueño bueno, hay una pesadilla... y así nos va...
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