lunes, 21 de febrero de 2011

OBITUARIO

Lo malo de leer tu obituario es que estás muerto. Por lo demás, es una gozada. No sé si será la edad o el hastío, pero estoy empezando a cansarme del ensalzamiento de lo negativo. No hace mucho, tenía en alta consideración la opinión de algunos críticos, hasta el punto de hacer vinculante su criterio a la hora de elegir película, libro o restaurante. Leía sus artículos con devoción y respeto. Pero el tiempo pasa y me he dado cuenta de que ya no puedo terminar sus críticas. No digo que sean malas, no, simplemente es que me aburro.
Ahora sólo leo obituarios. Me dan buen rollo. Disfruto descubriendo las bondades de la gente, sus magistrales trabajos, lo buen compañero que era, lo listo, entregado y desinteresado, las excelencias de su inteligencia, su cultura, sus dotes para el piano, lo ágil que era con los palillos, lo buen padre, hijo y lo otro, esposo, lo bien que escribía, lo limpio que llevaba el coche, lo bien educado que tenía al perro, su sentido del humor, su risotto de setas, lo que aguantaba el vino, su conversación, la elegancia, la discreción y lo bien planchadas que llevaba siempre las camisas.
Nada, que hay que morirse para que a uno le digan lo majo que es.
Yo disfruto con los homenajes en vida, las fiestas porque sí, las cenas improvisadas y los abrazos sin motivos. Estoy cansado de las críticas, a mi darme mi obituario.

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