miércoles, 16 de febrero de 2011

El charco

Hoy me ha dado por fijarme en un charco, ese que siempre está ahí, invariablemente, en cuanto caen cuatro gotas. Al pasar a su lado, me ha mostrado el reflejo de su realidad, no la mía, la suya. Gris verdosa, sucia, turbia y mate. El cielo está blanco, como viejo, pero el charco lo ve marrón escatológico. Un camión rojo de La chispa de la vida ha pasado por encima y durante unos segundos miles de burbujitas lo han decorado, momentos de falsa euforia que pronto se desvanecen. He cogido entonces una chinita y la he dejado caer al agua. La realidad del charco se ha convertido en ondas que distorsionaban su imagen. Todo se difuminaba como si estuviera lejos.
Hay dos realidades: la mía y la del charco. Si quiero, según mi voluntad, puedo hacer que la suya se desdibuje. Mi realidad es placentera, para qué lo voy a negar, ni se me ocurriría quejarme no se vaya a estropear. Pero, ahí en el suelo, está la otra.
Sólo en Madrid se entierran al año cien personas en nichos de beneficencia, personas en su mayoría sin identificar. ¿Quienes era? ¿Cómo es posible que nadie las reclame? ¿Dónde vivían?, seguramente en la realidad del charco. Gente sin hogar, sin familia, abandonada por los amigos, que algún día formaron parte de la otra realidad, la mía, pero que, quién sabe por qué, todo se les fue al traste.
Y ahí estoy yo, tirando chinitas sin parar para negar lo innegable, como si no quisiera ver esa realidad embarrada, sin saber que por mucho sol que haya en el cielo, siempre volverá la lluvia para llenar el charco.
... y en él cabemos todos...

3 comentarios:

  1. Es increible cuantas verdades se pueden decir, en tan breve espacio, cuando se tiene la virtud y la suerte de saber como hacerlo, mi más sincera enhorabuena. Aunque parezca increible, éste es mi primer comentario en un blog, estoy de estreno pues y no se me ocurre un modo mejor de empezar que de la mano de un antiguo amigo, que reaparece felizmente y por sorpresa en tu camino.

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  2. ...gracias Dolores... un abrazo fuerte...

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  3. No hay que dejar de mirar el suelo, puede que el siguiente charco sea el tuyo. Quién sabe.

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