Eran las diez de la mañana del domingo y se despertaron haciendo el amor. Después, en ese sopor post coitum tan placentero, volvieron a dormirse. Él soñó que regresaba a París; y ella que le seguía. Los niños entraron entonces en la habitación y empezaron a saltar sobre la cama exigiendo el desayuno. Luego, aun en penumbra, una vez la paz había vuelto a la habitación, ella se levantó primero, y antes de salir le preguntó: "¿desde cuando la conoces?"
Los polvos por la mañana con extrañas son muy desalentadores, y además está eso de que hay que respirar para dentro de uno.
ResponderEliminarNo me gustaría estar en el pellejo de su pareja/esposa, noto cierta obsesión con las infidelidades...Aunque no puede extrañar de alguien que cada dos meses avisa del nº de visitantes del blog, bien para darse un baño de multitudes o bien para rellenar porque le faltan temas...Cree Caunedo, cree...y deje los cuernos para los catalanes.
ResponderEliminarLos polvos mañaneros, esos a medio gas, con el inconsciente pululando tienen su aquel aunque lo cierto es que nada como los de una siesta revuelta.
ResponderEliminarPD. ¿Los cuernos sólo para los catalanes? Vaya, que cosas y yo que pensé que era cosa nacional.
Ah pero, los sueños, sueños son, ¿No?.....
ResponderEliminarSerá por el cierre de las plazas o algo así, que los tenemos que "poner en algún sitio" (los cuernos, digo)