Cuando le vi allí sentado pensé que era un apóstol. Mi ruta había llegado al final, como mis fuerzas. Ya no podía subir más, era la cima, incluso desde arriba podía ver el mar de nubes allá abajo. Eran los Picos de Europa, y sentado en una roca, fumando y rascándose la cabeza, vi un apóstol.
Era un pastor, un pastor de cabras, no de los otros. Dijo llamarse Severino. Me senté a su lado y me pasó la bota de vino sin decirme nada. Por lo visto vive allí, en las montañas, y cuando digo montañas, digo arriba en las montañas, allí dónde no hay más caminos que los que hace el ganado. Él lo llama aldea, pero en realidad es una casa y una cuadra. Sólo vivimos dos vecinos, me dijo, yo y éste. Una manta de pelo que dormitaba por allí no se dio por aludido. Me ofreció un cigarro y a punto estuve de cogerlo. Tan a gusto estaba que no me dio miedo echar por tierra casi veinte años de abstinencia. Pero es que aquel cigarro era un prodigio, liado con tal maestría que bien podría ser la envidia de cualquier novato de Malasaña.
Hablamos un buen rato. No me hubiera importado poner la excusa de la falta de luz para quedarme en su casa a pasar la noche, pero tampoco era para preocupar a la familia. Allí arriba, sin cobertura..., ya me imaginaba a la Guardia Civil subiendo en helicóptero. Quita, quita.
Antes de bajarme me dio un trozo de hogaza, una cuña de queso, cecina y me enseñó dónde coger agua de un manantial. Recuerdo aún lo que me contó de su abuelo. Era costumbre de las montañas, que el abuelo plantara cuatro castaños cada vez que nacía un nieto. Le pregunté la razón de aquello. "Esas serán las cuatro vigas que sustentarán su casa el día de mañana", me aclaró. Después de eso me bajé a mi mundo.
Ya en Madrid, ayer mismo, celebré en casa la cena del fin del verano. Vino mi padre. Se presentó con una botella de vino para nosotros y con un regalo para sus nietas, mis hijas. Las traía un juego de la Wii a cada una. Le conté entonces lo de Severino. "Vamos a tener que educar a nuestros abuelos", le dije, aunque en realidad sólo pensaba que podríamos estar criando monstruos.
Los abuelos estan para mimar, las padres para educar.Y dicho esto ,tal vez estamos criando montruos o tal vez la fuerza del entorno nos supera...no lo sé.
ResponderEliminarSi todos fueramos "apóstoles" la montaña invadida en dos día.
Buenos días tengas.
... la próxima vez le pido a mi padre que traiga cecina...
ResponderEliminar...gracias, Poma, +besos...