Un día, cansado como estaba de no recibir noticias suyas, me escribí una carta a mí mismo como si me la mandara ella. A los tres días ya la tenía en el buzón. Me decía que estaba muy bien, que seguía de viaje por Sudamérica y que no tenía muy claro cuando volvería. Recuerdo haberla escrito sentado en la hierba apoyado en mis rodillas, por eso había palabras que ni yo mismo entendía. Terminé de leer y me enfadé con ella por no darme fechas concretas, de modo que me volví a escribir. Ahora estoy en la Patagonia y vuelvo el mes que viene.
Por fin, en una tercera carta, me cité en el aeropuerto de Barajas, a las 00:20 horas del 17 de abril, es decir, ayer. Llegué nervioso para pedirla disculpas nada más verla, pero no apareció.
Creo que esta ha sido la mejor manera para convencerme de que hace cuatro años que me dejó.
Para salvarse uno debe recurrir a cosas de lo más variopintas. En mi caso me reinvento, paso de ser AN a NA, a Annakpok Upsala si es necesario. Así que no me parece raro lo de escribirse una carta para finiquitar definitivamente a un amor excesivo e indebido.
ResponderEliminarPues sí, Sr. Caunedo. Yo llegué hace tiempo a la conclusión de que después de una ruptura de poco sirven las cartas a no ser que se las envíe uno a sí mismo. Ha sido un placer leerle hoy.
ResponderEliminar... anita, yo no me reinvento sino que transformo a los demás...
ResponderEliminar...sra. umpalumpa, las cartas sólo sirven si la baraja está marcada...
ResponderEliminarOstras, esa frase me la copio! :-)
ResponderEliminar"Cuando todo esté perdido, inventa un ritual que celebrar y siguelo" (La Carretera C. Mac Carthy.)
ResponderEliminarY que mejor ritual, que este.
;)
...un buen libro, por cierto...
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