En los conciertos del Auditorio, mi amigo C. y yo jugamos a descubrir parejas entre los miembros de la orquesta. En el descanso hacemos apuestas que después nunca pagamos. C. suele jugársela sin arriesgar. Su intuición la deja en manos de las sonrisas. Dice que una sonrisa entre dos personas es el auténtico gesto de complicidad. Yo, por mi parte, me baso en la mirada. Por lo general suelo detectar romances con sólo fijarme en los ojos. Antes de empezar el concierto, cuando los músicos entran en el escenario, mi amigo y yo nos fijamos en cómo salen. Si lo hacen por parejas o en grupos, hablando o en silencio. C. se fija en la risa, sí, y yo en los ojos. La mirada lo es todo. El otro día, por ejemplo, entre el público del Teatro Real que veía una ópera de Philip Glass, vi a una pareja muy acaramelada. Me fije un buen rato, y pensé, son amantes. En el descanso, cada uno sacó su móvil e hizo una llamada. Yo, siempre mal pensado, ya sabía la excusa que estaban poniendo en casa.
por Rafael Caunedo © todos los derechos reservados. http://rafacaunedo.wixsite.com/escritor
miércoles, 6 de abril de 2011
LA MIRADA
En los conciertos del Auditorio, mi amigo C. y yo jugamos a descubrir parejas entre los miembros de la orquesta. En el descanso hacemos apuestas que después nunca pagamos. C. suele jugársela sin arriesgar. Su intuición la deja en manos de las sonrisas. Dice que una sonrisa entre dos personas es el auténtico gesto de complicidad. Yo, por mi parte, me baso en la mirada. Por lo general suelo detectar romances con sólo fijarme en los ojos. Antes de empezar el concierto, cuando los músicos entran en el escenario, mi amigo y yo nos fijamos en cómo salen. Si lo hacen por parejas o en grupos, hablando o en silencio. C. se fija en la risa, sí, y yo en los ojos. La mirada lo es todo. El otro día, por ejemplo, entre el público del Teatro Real que veía una ópera de Philip Glass, vi a una pareja muy acaramelada. Me fije un buen rato, y pensé, son amantes. En el descanso, cada uno sacó su móvil e hizo una llamada. Yo, siempre mal pensado, ya sabía la excusa que estaban poniendo en casa.
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Por eso algun@s, siempre andan con gafas oscuras.
ResponderEliminarEs verdad la mirada y la sonrisa complice son, delatoras.
Hay gestos que lo dicen todo y las miradas también. Por eso siempre digo. ¡Ay! de los ojos que no dicen nada, ya puedes salir corriendo y no parar hasta cruzar el Himalaya.
ResponderEliminarRafael, me ha hecho gracia: jugamos a lo mismo! Me ha encantado tu texto.
ResponderEliminarExcelente observación. Pero se pierde el encanto de la música.
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