La primera vez que la vi ya estaba
desnuda. Fue en clase y ella estaba en el centro ejerciendo de modelo, de pie,
rodeada de alumnos mirándola, con un pierna ligeramente doblada y una mano
alzada, como queriendo coger algo de un árbol. Aquella fue la primera vez que
vi a una mujer desnuda. Tenía la piel blanca y en las ingles se dibujaban
algunas venas en un azul tenue, difuminado. Y yo, ante aquella estampa
inesperada, era incapaz de apartar la mirada de los hoyuelos de su espalda, allí
donde nacían sus poderosas nalgas. No entendía la naturalidad con que pintaban
los demás. Francamente, a mí me fallaba el trazo.
Comprensible, a mí me habría fallado hasta el bonobús. Por cierto, la casualidad ha adornado de desnudeces y pintores nuestros respectivos blog en el mismo día.
ResponderEliminarAbracitos