Cuando le vi hacerlo a él pensé que yo también era capaz. Subí las escaleras con decisión, pero cuando llegué arriba las distancias parecían otra cosa. Desde abajo el trampolín era 'asequible' y sus riesgos asumibles, pero asomado desde la palanca el agua parecía estar demasiado lejos. Toda la fiesta me miraba. Él hizo una carpa con doble tirabuzón y cayó tan vertical como un clavo. Estaba claro que no había probado el alcohol. Yo, como siempre, sí. Cogí carrerilla y salté con los ojos cerrados. Fue un viaje tan largo que pensé que había caído en un agujero. Abrí los ojos para calcular el impacto justo en el momento en que mis pies tocaban el agua. Caí de pie. Lo llamaron salto de la rana y tuve la mala suerte de hacerlo con las piernas ligeramente abiertas. Me sacaron sin respiración. Mi principal preocupación cuando recobré el aire era comprobar si algo se había quedado flotando en la piscina.
A lo hecho, pecho...
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