jueves, 15 de diciembre de 2011

ME SIGO ARREPINTIENDO



Vivía en la casa de al lado. Era un tipo bajito, feo y arisco, con gesto seco. Hablaba poco y a voces, y cuando lo hacía no daba pie a la réplica. Nuestros padres eran amigos así que crecimos juntos. De niños, no solía compartir sus juguetes. En cambio, se ofendía si no le dejaba los míos. Iba a su casa por obligación; cuando mis padres salían a cenar me dejaban allí. Adolf, que así se llamaba, venía a la mía cuando eran los suyos quienes salían. Fuimos también juntos al colegio y a la universidad. En segundo de carrera se dejó bigote. Comenzó a leer libros raros. Mientras el grupo de amigos nos íbamos a beber cerveza, él se quedaba leyendo ensayos sobre pangermanismo. Nunca le conocimos novia alguna. Un día fuimos de excursión al lago de Gmunden. Nos repartimos entre las barcas y a Adolf le tocó conmigo. Recuerdo que llevaba camisa y pantalón de verano caquis. Mientras yo remaba, él se limitaba a apartarse su ridículo flequillo de los ojos. Apenas me hablaba, le bastaba con observar el paisaje con mirada altiva. Nuestros amigos comenzaron entonces una batalla naval. Los piratas abordaron nuestra barca y Adolf cayó al agua. Gritando despavorido pedía auxilio levantando los brazos mientras confesaba que no sabía nadar. Me tiré sin pensarlo. Le subí al bote y le salvé la vida.
Hoy, cuando ya la muerte me está rondando después de tantos años, me sigo arrepintiendo de aquello.

3 comentarios:

  1. Que relato tan ingenioso, me encanta la ironía que desprende. La verdad mejor sería haberle dejado hundirse en aquel pantano. Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Si es que hay actos heroicos , que con los años ..devienen en trágicos ....

    ResponderEliminar
  3. Muy bueno el hilo conductor de misterio para desenmarañar al personaje escondido.

    ¿Te digo la verdad?...

    Me he dejado llevar, y llevar y llevar hasta la frase final, que es la que me ha provocado la curiosidad de adivinar con certeza de quíen se trata, y al volver a empezar de nuevo a leerlo es cuando ya he caído en la cuenta...justo como la rueda del Samsara o la rueda de la Vida, que lo mismo da o que da lo mismo, ¡ea!...

    Me ha gustado muchísimooo...

    Besos tibetanosss...

    P.D.: Según la ley del karma, no debería preocuparle nada el bien que hizo al que ahora la muerte le está rondando, porque mientras Adolf no debe andar por este mundo ni vestido de cucaracha, seguro que a él le espera una mejor vida...(en la próxima, según cuentan los budistas)...¡ójala así sea!...

    ResponderEliminar