De pequeño, mi hermano Cloude no era de fiar. Hoy es miembro del Tribunal Supremo, pero esa es otra historia. Somos del norte, de Normandía, y nuestro juego favorito era, influidos por las batallitas de los abuelos, el de la guerra. Cloude era el mayor, así que siempre elegía ser el americano. A mí me ponía un brazalete con la esvástica hecho de cartulina y me obligaba a esconderme detrás del último parterre del jardín. Él, desembarcando en "Omaha beach", salía arrastrándose por el porche, armado con el palo de un rastrillo hasta llegar dónde estaba mi nido de ametralladora. Yo debía tener muy mala puntería porque nunca le daba. Llegaba hasta mí con facilidad y yo tenía que rendirme sin resistencia. Después me metía en la caseta de las herramientas, su cuartel general, y me ataba a la segadora. Un día que nuestros padres habían ido al teatro, me dejó toda la tarde allí metido. Cuando llegaron, mi hermano estaba dormido con la tele encendida y yo amordazado en el jardín muerto de frío. Mi padre nunca le regañó; tenía muy claro que los nazis, ni jugando, tenían derecho a nada.
En este caso le diría al otrora sufrido Cloude:
ResponderEliminar"No hay mal, que por bien no venga".
¡Afortunadas las hijas!, aunque "el fondo de armario" tenga más esencia femenina que masculina...
¿Quién sabe cómo evolucionará la moda en este siglo XXI?...
Feliz 25D a tod@s caunedianos y caunedianasss...
Mariajo
Es cierto, nosotras somos de otra pasta. Más mejores, básicamente. Besos Caunedo.
ResponderEliminarPor las playas de Normandía aún pudes ver a personas con buscadores de metales.
ResponderEliminarLa grande, en la que más soldados murieron, la que los americanos llamaron Playa de Omaha, para su mala suerte, y en donde por la zona de Mer, murieron a miles.
Pues viendo a los buscadores de metrallas, me pensaba si aún sentirían algún que otro corazón latir.