lunes, 19 de diciembre de 2011

LOS CALCETINES DE ROMBOS


A mí no me gustan los calcetines de rombos. Sé que combinan con todo pero reconozco que los tengo manía. Una de tantas. El otro día, en mi cajón de los calcetines, apareció un par. Pensé al principio que eran de mi mujer, de esas cosas que se compra para un fin de semana y luego no se pone jamás. Estaban hechos una bola, colocados como el resto. Los desplegué y resultó que eran de hombre. Durante la comida se los enseñé y me dijo, apurada, que no sabía de quien eran. Tras unos segundos de duda y tribulación, mi hija mayor confesó que su novio había estado con ella el fin de semana en casa. Ahí terminó el asunto de los calcetines de rombos, o, al menos, hasta ahí quise saber. Sin embargo, pasados los días, algo ha hecho que los recuerde. Mi mujer, siempre miedosa con los peligros de la carretera, me ha propuesto que le compremos un coche a M. para ir a la facultad.

3 comentarios:

  1. Hay esos calcetines que dispararon las sospechas de alguien desconfiado. Pero ¿que animó a la mujer a pedir aquel coche para su hija?. Un saludo

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  2. Yo me pregunto lo mismo, conchahuerta.com
    Y es que casi siempre lo que escribe Rafa está rodeado de pleno misterio.
    P.D.: A mí me encantan los calcetines de rombos de toda la vida, desde que era una colegiala, así que quizás yo no tendría problemas de este tipo...jajaja...
    Besotes cuadrados,
    Mariajo

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  3. Se siembra la duda... y el mundo se convierte en una colección de símbolos y claves, y uno mismo en un paranoico. Con enemigos, quizá.

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