Parece mentira que por la tontería del bolígrafo esté hoy aquí, desnudo, con un capuchón en la cabeza.
Todos los días a la misma hora, hacía girar el bolígrafo sobre la mesa y dejaba que su punta me marcara el destino. Últimamente me pasaba algo curioso: siempre apuntaba al mismo sitio. La cosa era siempre igual. Iba al VIPS, pedía el desayuno continental mientras leía el periódico, y hacía girar el bolígrafo. Daba igual dónde me hubiera sentado, en mesa o en barra baja, el caso es que su punta se dirigía siempre al mismo objetivo: la cajera. No sé, sería una señal del más allá o una revelación extraterrestre, me daba igual, pero no podía impedir que mi cabeza fabulara sobre las mil y una razones de aquel presagio.
Algo estaba claro: tenía que hablar con ella. Después de tantos desayunos ya teníamos cierta confianza, así que un día me atreví a ser más hablador. ¿Sabes que mi bolígrafo te señala todos los días? Dicho así, en frío, hizo que la cajera desconfiara de mi cordura. Le traté de explicar la estupidez y le hizo gracia. Quedamos al salir del trabajo para tomar algo.
Era muy simpática. Me contó que los fines de semana era cetrero, pero como eso no era negocio, tenía que buscarse la vida en otra cosa. ¿Cetrero?, ¿de verdad? , y bastó un mínimo interés por mi parte para que empezara a hablarme de halcones, aguiluchos, señuelos y plumas. Llevaba un capuchón de cuero en el llavero del coche. Se animó a hablar y a hablar y ya no paró hasta mi primer bostezo.
Comenzó así mi relación con un cetrero. Es buena chica, la verdad, si no fuera por esa manía suya de llevar al extremo sus pasiones. Le gusta hacer el amor sólo si yo llevo puesto un capuchón en la cabeza; y lo que más la excita es darme de comer carne cruda de su mano. Sólo llevo tres días haciéndolo y ya estoy descompuesto. A mí no me va este rollo pero ella está encantada. No sé si debería decirle la verdad o contarle algunas de mis perversiones para compensar. A lo mejor, esta noche, le digo lo de la profesora ninfómana.
Creo que debes pasar a revelarle tus perversiones. Nunca se sabe lo que puede pasar con un capuchón de cuero y algún que otro utensilio. Las vias del amor son inescrutables y como dijo aquel: en el amor y en la guerra todo agujero es trinchera.
ResponderEliminarSuerte.
Podría ser peor. No me quiero imaginar , si en lugar de cetrero, su pasión fuera la apicultura.
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