viernes, 17 de junio de 2011

CERRADO POR DEFUNCION


Ayer fui a comprar el periódico como cada mañana. La vida no es más que una sucesión de rutinas, y entre ellas, está Manolo. Llegué a su quiosco y ya de lejos vi que aquello no iba bien. De cerca, lo confirme. CERRADO POR DEFUNCION. Pobre Manolo, ¿que le habrá pasado? Ayer tan normal y hoy está muerto... Filosofía barata y de andar por casa, pero mientras iba hacia el VIPS para mi segunda rutina mañanera, iba pensando en lo poquita cosa que somos. Manolo era un buen tipo, un tío simpático y currante, de esos que nunca sabes por qué está siempre de buen humor si se pasaba el día sentado en un taburete encerrado en un metro cuadrado. Tal vez por eso me caía bien. El caso es que con mi café en la mesa, no podía quitármele de la cabeza. Sus hijos, su mujer, los amigos, los vecinos... la mierda que era esto de palmarla.
No tenía ganas de trabajar, así que fui a la casa de Manolo. Sabía dónde vivía porque cientos de veces quería que conociera a su mujer y cientos de veces había declinado la invitación. Decidí hacerlo ayer y presentarla mis respetos. No es el mejor momento, pero seguro que agradece estar con gente en circunstancias tan tristes, pensé. Era un bajo. Llamé. Me abrió una señora en bata, fumando y con un moño improvisado en lo alto. Perdón, creo que me he equivocado, la dije. ¿Por quién pregunta? Verá, me he enterado de lo de Manolo y he venido a ... Sí, sí, pase, está dentro. Yo nunca había visto un muerto, y cuando me invitó a pasar me empezaron a temblar las piernas. Olía a comida. Pase, está al fondo, yo me quedo aquí en la cocina no se me vayan a quemar las lentejas. Caminaba por el pasillo con sudores frios, asomándome a cada puerta con miedo de verle allí de cuerpo presente. Llegué al final, a lo que parecía ser el salón. Pasé y le vi.
Estaba en pijama, sin afeitar y con cara de legumbre. ¡Manolo!, pero, hombre por Dios... ¿cómo ...? Calle, calle, déjeme solo.
Su mujer me lo explicó todo. Su gato, ese que todos los días compartía ocho horas en su quiosco, había dicho basta. Manolo, apesadumbrado, no lo asumía.

9 comentarios:

  1. Los gatos tienen esa pesadumbre de ser siempre tan pesados, que se hacen querer.
    Genial

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  2. ...hace años, cuando era estudiante, pase los tres meses de verano durmiendo con un gato... entraba cada noche por la ventana del jardín, se acurrucaba, y al amanecer se iba... nunca nos dijimos nada y sin embargo nos lo contamos todo...

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  3. No sé si me gusta más el post o su comentario, Sr. Caunedo. Qué maravillosas historias de amor.

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  4. ...gracias Umpa... el caso es que la del gato que dormía conmigo es verdad... era la gata callejera más limpia y más presumida que he conocido nunca... +besos

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  5. Rafael, aparte de tener un sentido del humor muy "british", (soy reiterativa!), eres muy sensible y humano...total me caes fe-no-me-nal!Ah!...pequeño detalle sin importancia: escribes muy bien.
    Un abrazo,

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  6. ...Anne, no me digas eso en público, que me lo voy a creer... +besos...

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  7. Tengo un gato desde hace trece años, gata para ser más exactos, y ya te digo yo que el día que se muera me da un parrús. La compañía que el bicho me ha hecho no lo sabe nadie.

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  8. ...Anita, ¿y también te pone "carita" como el gato de Shrek?... (¿o no tienes el gusto de conocerlo?)...

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  9. Hace unas caiditas de párpados que me tiene loquita :))))

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