Recuerdo aquellos días con especial
emoción al comprobar los efectos beneficiosos que la isla provocó en Marie. La
mujer del norte, fría y calculadora, iba poco a poco adaptándose. Progresivamente
pasó a llevar la ropa con un toque de degradación muy de mi gusto. Supongo que
Ibiza se presta al abandono, a dejarse llevar. Los espejos aquí son menos
exigentes y las tallas de la ropa, esos numeritos crueles que se fijan en las
etiquetas, pasan a ser simples guarismos sin importancia.
(Últimas páginas de una nueva historia) R.C.
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