Antes que nada, debo confesar algo para
que luego nadie me lo recrimine: soy inglés. Lo soy para lo bueno y para lo
malo, pero lo soy. Debe ser genético, algo con lo que se nace, un plus de
personalidad que nos conforma a los británicos tal y como somos. Es como si ya
desde el nacimiento quisiéramos ser diferentes al resto del mundo. Yo, por
ejemplo, para llamar la atención decidí desde muy pequeño que quería vivir del
cuento, pretensión que no me costó mucho conseguir dado el ambiente en que me
crié y a que mi padre llevaba unos meses muerto cuando vine al mundo.
VIVIR DEL CUENTO, Rafael Caunedo
Yo también quisiera vivir del cuento. En sentido amplio y en sentido estricto también.
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