Muchas veces he intentado imaginar cual
fue mi primer contacto con el arte. Seguramente fue a los pocos
minutos de venir al mundo, cuando plantaron mi cuna frente a la chimenea del
salón, justo debajo de un retrato de mi abuelo. Un cuadro de gran formato en el
que aparecía mi abuelo de cuerpo entero, vestido con un traje de tweed, fumando
en pipa y acompañado de dos mastines. Dicen que fui un bebé muy llorón, pero
vista la expresión sombría y fúnebre del retratado, no era de extrañar que
tuviera pesadillas pensando en que aquel hombre bajara de allí y me raptara, o
lo que era peor, que aquellos dos perrazos me desmembraran y me dejaran lisiado
para siempre.
VIVIR DEL CUENTO, Rafael Caunedo
Tuviste suerte, yo berreaba bajo una reproducción del Cristo de Dalí.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Recuerdo el pavor que me producían las visitas al Prado, al pasar ante Saturno devorando a sus hijos. Ahora los niños son mucho más afortunados, todo está lleno de gatitos y fotos de ángeles.
ResponderEliminar