Lo normal de alguien que está bebido es
que se le suelte la lengua. A Marie, no. Lo suyo no fue propiamente una conversación, más bien se trató de
un monólogo interior, igual que si su conciencia estuviera pronunciándose en
voz alta. No buscaba el intercambio en el diálogo, ni tampoco sus movimientos
mostraban disposición a ceder la palabra. Ella hablaba sin parar.
De su marido. Ex marido.
Y de la otra. La rubia de bote.
Quizá daba igual, nadie escucha a los borrachos. Ni a los abstemios. Probablemente, solo se escucha a las rubias de bote.
ResponderEliminarAbrazos, siempre