Tenía un conflicto moral por permitir
que mi hija pasara muchas horas junto a personas que no paraban de fumar
marihuana. Supongo que por aquel entonces era muy pequeña para saber qué era
aquello que olía tan mal. No lo entendía, y no sabía distinguir un cigarrillo
de tabaco de uno de maría, con lo que liberaba mi conciencia gracias a su
ignorancia. Fumé algo en aquella época, pero reconozco que no le encontraba
tanto placer como parecía reportar a los demás. Yo, qué le iba a hacer, tenía
otro tipo de adicción: el té, pero, siguiendo el consejo de Flavio, siempre lo
consumía en privado para no parecer snob.
No creas, un té (sobre todo, si es con pastas, rodeado del cura y las damas postulantes) tiene mucho de alucinógeno.
ResponderEliminarAbrazos, siempre