Hace muchos años me enrollé durante unos días con la novia de mi mejor amigo. Ya sé que eso no se hace, pero nos dio por ahí. Para descargar su conciencia mientras hacíamos el amor, ella solía enumerar las tareas pendientes del día siguiente. Así lograba no pensar en mi amigo aunque a mí me cortara el rollo. Cuanto más excitada estaba, más gritaba. Un día especialmente esperpéntico no paró de recordarme con gritos grotescos que tenía que ir al dermatólogo. A la mañana siguiente, en el ascensor, mi vecino de arriba me preguntó, guiñándome un ojo, cómo iba la soriasis de mi novia.
Por Dios, lo que hace el amor, que lo ciega todo. Muy bueno, sobre todo la pregunta del vecino de arriba. Nunca se sabe dónde puede uno encontrarse con la realidad. Estupendo microrrelato, como todos.
ResponderEliminar