¿Por qué yo? Esa es la gran pregunta que sir Percival
Burguess lleva años sin responder. Sobre la repisa de la chimenea descansa lo
que su padre le dejó en herencia hace décadas: un ridículo sombrero hongo. A su
lado un certificado de autenticidad y una fotografía de Winston Churchill, puro
en boca, saludando a la multitud alzando su bombín desde la balconada de
Whitehall. Aún recuerda la carcajada del notario al leer el testamento del
finado: “Ahí te queda eso, Percival; las fincas y la colección de coches se las
dejo a tus hermanos. Ya sabes que siempre fuiste mi preferido”…
muy bien, espero que por lo menos, fuera calvo....................
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