viernes, 25 de septiembre de 2015

MAGELLY

Imaginar a mis hermanas haciendo el amor era algo contrario al sentido común y mi mente lo rechazaba, así que pronto mis propias perversiones se encaminaron hacia Magelly que, aun entrada en años, conservaba la lozanía y cierta turgencia en sus enormes pechos. Pero estaba claro que yo no tenía el descaro de Flavio, de modo que todo quedaba en el ámbito de la imaginación. Además, el marido de Magelly, contratado hacía unos años como capataz, era motivo más que suficiente para desestimar cualquier intento de intimar. Una vez le vi dejar inconsciente a un ternero dándole un puñetazo en la testuz. El animal cayó hecho un fardo, y aquella imagen no dejó de atormentarme siempre que me imaginaba a su mujer agitándose sobre mí. Y así, la verdad, me costaba una enormidad excitarme...

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