martes, 22 de septiembre de 2015

GENERACIONES

Con quince años tomé una decisión: jamás parecerme a nadie de mi familia. 
Tenía pánico a terminar como mi abuela, una mujer completamente anulada que pasó por la vida como si fuera un mero trámite, supeditada siempre a la voluntad de otros. Si miraba a mi alrededor, sólo veía mujeres mirando por la ventana. Era descorazonador ese afán por no hacer nada. Era como si tener inquietudes fuera de pobres. Tres generaciones de mujeres viviendo en una misma casa me sirvieron para cerciorarme de que el aislamiento provoca un parón en la evolución. El salto generacional de mi abuela a sus nietas no mostraba alteración ninguna, de suerte que hablar con mis hermanas era como hacerlo con mi abuela...

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