Cuando leí la historia que había escrito Paul
Benjamin, quedé fascinado por su protagonista: Auggie. Un día, cenando en un
restaurante italiano en Manhattan, me confesó que se trataba de una historia verdadera y que el tal Auggie
aún vivía. Es más, me preguntó si quería conocerlo.
—Solo tenemos que pasarnos mañana por su estanco —me
explicó.
Nos recibió con una
camiseta de los Yankees llena de lamparones y pequeños agujerillos. Salió del
mostrador en…(sigue leyendo aquí).
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