Lo que tienen los vuelos de más de diez horas es que te das cuenta de que el mundo se divide entre los que duermen con la boca cerrada y los que lo hacen con la boca abierta. Yo pertenezco al segundo grupo y siempre pienso que medio avión se va a reír de mi cara de estúpido. Es una sensación incómoda despertarte y cerrar la boca al instante, avergonzado. Hoy mismo he sentido envidia de la señora que iba delante de mí. Ella, dormida, parecía un ángel. Yo, en cambio, un fistro.
Yo puedo pasar del primer grupo al segundo, especialmente en los momentos en los que puede quedar peor ante el público.
ResponderEliminarMaravilloso
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Yo sin embargo soy incapaz de dormir en los aviones. Cuanto envidio a los que lo consiguen con la boca cerrada o abierta. Un saludo
ResponderEliminarBienhallado, yo soy otro del sindicato de fistros que duermen con la boca abierta. Qué decir de las boqueras y de la baba que se desliza hasta empapar la almohada. Tan escatológico como verídico.
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