Cuando yo era pequeño vi llegar a Santa Claus a mi casa. Estando ya a punto de dormirme escuché un ruido en el jardín. Me asomé a la ventana y allí estaba, entrando y saliendo, dejando sus grandes huellas en la nieve. Desperté entonces a mi hermano por si aquello era un sueño. Nos quedamos un rato viéndole trabajar muertos de excitación sin atrevernos a bajar. Nos volvimos a la cama cuando le vimos marcharse en su coche.
Al día siguiente, nos despertó una voz desconocida que hablaba con papá. Era un sargento de policía que estaba tomando declaración de todo lo que faltaba en casa. Había desaparecido nuestro vídeo Betamax recién comprado, el teléfono SONY sin cables que mi padre había traído de Nueva York y también un cuadro de la pared. Eso sí, los regalos del árbol seguían allí. Por eso, cuando el sargento, libreta en mano, me preguntó si había visto algo durante la noche, negué en silencio con la cabeza, no fuera a ser que le echaran la culpa al bueno de Santa.
¡Buenísima línea final! Un saludo
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Además, no tenías tiempo de declarar. Habías quedado con el Santa desbarbado en el perista. Buen relato cleptonavideño. Un abrazo.
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