lunes, 22 de agosto de 2011

EL ANILLO


I. G. volvía en el AVE de regreso a Madrid después de haber pasado el día con su amante. Miraba distraído la estela de los árboles mientras jugueteaba con su alianza sobre la mesa. La sujetaba vertical con un dedo y la golpeaba suavemente con otro para hacerla girar. Después, tanteando con la palma, la buscaba abstraído hasta que la encontraba. Los tres pasajeros que compartían la mesa miraban los destellos del oro, todos en silencio, ejecutivos como él. Se acordaban de sus mujeres y se las imaginaban girando como esa alianza, bailarinas sin acompañante. Pero a I. G. le pudo el impulso y, con demasiada fuerza en el golpeo, la alianza cayó y fue rodando por el pasillo. Ninguno de los cuatro hombres se movió. Se miraron entre ellos pero no se levantaron. De pronto oyeron tres filas más atrás a una azafata: "¿es suyo éste anillo?... ¿es suyo éste anillo?" Los ejecutivos se observaron cómplices mientras la azafata llegaba. Por fin se puso a su altura y preguntó: ¿es de alguno de ustedes éste anillo? Se miraron, pero los cuatro negaron en silencio.

4 comentarios:

  1. Muy bueno, Rafael! Describiendo un objeto con sencillez y la acción de manipularlo, te has metido en zonas pantanosas del ser humano. Las vacaciones te sientan de maravilla, escritorazo!

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  2. Aplausos, Mr. Caunedo !

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  3. ... lo malo de las alianzas es que conservan la inscripción... os mando un beso enorme a las dos y a vuestros estupendos blogs...

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