Kotaro
Yu era poca cosa: de estatura escasa y complexión en apariencia
frágil. Tan delgada que la ropa siempre parecía quedarle grande,
como si se la comprara para otra persona. Le gustaba trabajar con
camisa beige abotonada hasta el cuello, pantalón de
algodón claro y zapatos de goma. No usaba delantal ni gorro. Nada de
relojes, anillos o pulseras. Ni pelos en los brazos. Tan solo llegaba con
una bolsa con los ingredientes del día y, colgado al hombro, una
especie de rollo de cuero curtido en el que varios cuchillos se
mantenían bien sujetos para el transporte, colocados por tamaño. El
paquete iba sujeto con un cordón negro y jamás lo abrió antes de
que empezara la clase.
Era
mayor; como yo. O más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario