─Ya tengo firmado el contrato con la
editorial ─le contestó─. Este será mi quinto libro, pero eso en España no
significa nada, tan sólo unas cuantas entrevistas en algunas revistas digitales
para rellenar espacio y cubrir expediente y poco más. Aquí no se lee poesía.
Con una sola entrada al Parque de atracciones te podrías comprar dos de mis
libros y, sin embargo, dicen que leer es caro. Y que la poesía es aburrida. No
la entienden, no hacen el esfuerzo por entenderla. Siempre ha sido así, los
poetas somos marginales; la gente normal es la que disfruta gritando en una
montaña rusa haciendo loopings intentando no vomitar.
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