Hacían el amor. Seguro que estaban haciendo el amor.La madera de las paredes no tenía el suficiente grosor como para insonorizar las habitaciones. Martina intentaba leer en la cama con los jadeos de Sandra al otro lado de la pared. Estaba tapada con el edredón a pesar de ser verano, le reconfortaba esa sensación de sentirse cubierta, con un libro de Murakami apoyado en el pecho. Cuando fue a pasar de página se dio cuenta de que no se había enterado de nada de lo que había le...ído y volvió atrás, hasta el principio del capítulo. Fue infructuoso el esfuerzo. De pronto sintió como su propia respiración se aceleraba y Murakami subía y bajaba más agitado. Puede que sin quererlo se hubiera sincronizado con la excitación de Sandra. Empezó a sentir calor. Sacó una pierna fuera del edredón y notó el cambio de temperatura: una pierna caliente y otra fría. “Para compensar”, pensó. Cerró definitivamente el libro olvidando poner el punto de lectura. Su mente, evadida, no estaba para ese tipo de detalles.
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Vaya con Murakami. Ahora entiendo al fin el sentido de publicar libros.
ResponderEliminarAbrazos, siempre